martes, 30 de abril de 2013

Para rezar...un cirio encendido

Esta es mi rutina todas las mañanas al comenzar la meditación: Entro a mi habitación, cierro la puerta y las persianas, apago las luces, enciendo un cirio, lo pongo frente al crucifijo, me arrodillo o me siento, y en un ambiente de completo silencio voy a la profundidad del corazón: "Cuando ores, entra en tu alcoba, y cerrada tu puerta ora a tu Padre que está en lo secreto." Mt 6,6

Busco la calma, callo todo aquello que no me lleva al encuentro conmigo mismo y con Dios. El silencio es la frecuencia para el encuentro con Dios. Debe reinar el silencio para escuchar a Dios, sobre todo silencio en el corazón. El silencio requerido para la meditación debe ser no sólo de ruidos exteriores, también y sobre todo de los ruidos interiores que provocan la imaginación, la memoria y las emociones.

Para este momento San Anselmo escribe: "Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de él." (San Anselmo)

Jesús buscó siempre el silencio. El silencio del corazón de María el día de la anunciación, el silencio de la cueva de Belén, el silencio de la casita humilde en Nazaret, el silencio del desierto al comenzar la vida pública, el silencio de las noches de oración, el silencio del huerto de los olivos, el silencio de la cruz, del sábado santo y de la resurrección. Hoy está en el silencio del Sagrario y te espera en el silencio de tu corazón. Quiere que en él encuentres un silencio sonoro: la irrupción del mismo Espíritu que se hizo presente en la comunidad de los apóstoles y se posó sobre cada uno de ellos cuando estaban en oración (Hechos 1,14; 2,1)

El silencio es la puerta de acceso al corazón. El silencio y la soledad son preparación para el encuentro con Dios; el encuentro con Dios es comunión y plenitud. Primero es ausencia de interferencias, luego es el ambiente propicio para la escucha, luego la unión de corazones: un silencio fascinante, fecundo, revelador.

Veo con toda calma la llama del cirio: humilde, serena, ardiente, luminosa. Cierro los ojos y con la mirada interior, la de la fe, traigo a la memoria la llama que el Espíritu Santo encendió en lo más profundo de mi corazón el día de mi Bautismo. Esa llama que arde en lo más profundo de mi ser es la presencia de Dios vivo. "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" 1 Cor 3,16

"Di, pues, alma mía, di a Dios: -Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro.- Y ahora, Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte." (San Anselmo)

El silencio ahora es atención amorosa a la presencia oculta de Dios en el corazón: "Olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior, estarse amando al amado." (Suma de perfección, San Juan de la Cruz) Ya en la presencia de Dios, permaneces en sus brazos: "callado y tranquilo, como un niño recién amamantado en brazos de su madre." (Sal 131) Y entonces te quedas envuelto en la presencia de Aquél en quien "vivimos, nos movemos y existimos" (He 17, 28)

jueves, 25 de abril de 2013

¿Qué pasa si no me confirmo?

¿Qué pasa si no me confirmo?
A los que dicen que son católicos pero que no practican, que no reciben más que los sacramentos imprescindibles -el Bautismo y la Primera Comunión-, se les puede llamar católicos pero no practicantes.

Y esto es algo así como decir que son amables, pero no practican la amabilidad; son amigos fieles, pero no practican la fidelidad; son leales, pero no practican la lealtad; son buenos trabajadores, pero no trabajan.

Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación constituye el conjunto de los "sacramentos de la iniciación cristiana", cuya unidad debe ser salvaguardada. La recepción de este sacramento es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal.

La Confirmación es el sacramento mediante el cual el cristiano se confirma como verdadero cristiano y se compromete a ser un soldado de Cristo y de su Iglesia. Recibir el sacramento de la Confirmación es como tener al alcance de la mano una mina inagotable de alegría, de paz, de afabilidad, y otras muchas virtudes.

La Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal:

- nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Abbá, Padre" (Rm 8,15).;

- nos une más firmemente a Cristo;

- aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;

- hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (cf LG 11);

- nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz (cf DS 1319; LG 11,12)

¿No es esto mucho más que una mina de oro?

La condición sagrada y orgánicamente constituida de la comunidad sacerdotal se actualiza tanto por los sacramentos como por las virtudes.

Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo, quedan destinados por el carácter al culto de la religión cristiana y, regenerados como hijos de Dios, tienen el deber de confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia. Por el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fortaleza especial del Espíritu Santo, y de esta forma se obligan con mayor compromiso a difundir y defender la fe, con su palabra y sus obras, como verdaderos testigos de Cristo (LG 11).

La Confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud, sólo se da una vez. La Confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el "carácter" (cf DS 1609), que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (cf Lc 24,48-49).

Si un cristiano no se confirma, se pierde de todas estas gracias y además demuestra que quiere seguir siendo un católico no practicante, un buen trabajador que no trabaja.

El paracaídas de Dios

Había una vez un hombre muy pobre. Era bueno. Y todos los días se esforzaba por rezar. Para él Dios no era una divinidad azteca, hambriento de sangre, de carnes humanas, de sacrificios reparadores. Vivía y rezaba con sencillez. Todos los días, al atardecer, cuando el sol juega con el horizonte, abría un enorme libro de devociones y deshojaba muchas páginas. Luego se acostaba. Siempre la misma operación.

Un buen día, nuestro hombre tuvo que viajar a otra ciudad. Entre las prisas, se le había olvidado el libro de oraciones. Llegó la tarde y su alma se inquietó. ¿Qué hacer? ¿Cómo conciliar el sueño sin haber rezado en ese día? Quizás por el nerviosismo no pudo recordar ninguna oración. Sólo sabía de memoria su nombre y el de su calle.

Entonces miró a un crucifijo. Como era buen cristiano y sencillo como el pan, se volvió al Cristo y le dijo: “Señor, he perdido el libro de mis devociones. Tú sabes que soy un burro y que nunca he logrado usar mi memoria. Si te parece bien, voy a recitar tres veces el alfabeto. Entonces Tú vas juntando las letras y formas las palabras que más te gusten. Lo voy a decir despacio, no te preocupes, para darte tiempo”. Y comenzó: A-B-C-CH-D...

Por supuesto que el Señor escuchó, como nunca había escuchado esta oración. Y Dios sonrió. Porque esta vez la oración había sido más sencilla.

Esto no quiere decir que debemos quemar todos los libros de oración. ¡No! Muchas veces lo que leemos es experiencia de oración. Esas páginas son caminos, son mapas que ya otros han recorrido. Son derroteros de tesoros ya encontrados. Siempre se puede aprender. Lo que este buen hombre desmemoriado nos enseña es la sencillez y la espontaneidad en la oración.

¡Qué sencillo es orar!

Decía una santita muy querida por todos: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de agradecimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

¿A que nunca te has planteado en rezar siempre y en cada instante? ¡Con lo fácil que es! Se puede. Seguro que desde la Primaria o en la catequesis te han dicho que rezar es ser amigo de Dios, que la oración es un camino, un medio, un sendero que conduce a la razón esencial de nuestra existencia: la unión con Dios. Que es estar amando a Dios y Dios amándonos a nosotros.

Todo eso está muy bien y es verdad, pero o no me lo acabo de creer o se hace demasiado difícil, porque estar con Lupita es diverso que estar con Dios, a quien no veo.

Rezar es como saltar en paracaídas. Las dos cosas requieren esfuerzo, tensión y superarse a sí mismo. Para el salto, tengo que dejar la seguridad de la cabina para saltar al vacío. ¡Vértigo! Hay que saltar al abismo, confiando sólo en unas cuerdas, en el paracaídas y en mi entrenamiento. Una vez fuera, llega el primer desplome y la primera recompensa: la delicia de volar, de planear. Luego, el jalón y un gran tirón. Sensación indescriptible, un balanceo y la dicha de "recobrar" la vida como un regalo.

En la oración hay que salir también de la cabina segura y agradable del propio yo; hay que desprenderse de las propias seguridades, del sujetarse a las cosas y arrancarse de cuajo. Hay que saltar. Y sin embargo, el paracaídas de Dios siempre se abre. Rezar es entregarse a la voluntad de Dios. Es ponerse en sus manos y abrirse a su Providencia. Más que palabras, rezar es saltar y moverse en el espacio de Dios, porque el paracaídas de Dios siempre se abre.

¡Qué fácil es rezar! Se puede hacer a cada hora, en cada momento. Cualquier movimiento hacia Dios: un deseo, un gemido, un recuerdo, una alegría, una sufrimiento, puede ser oración.

Orar es propio del corazón: consiste en querer siempre y en todo lo que Dios quiere. ¡Qué fácil y qué difícil al mismo tiempo! Y esa es la única manera de rezar siempre, la que más le agrada a Dios.

Y se puede rezar siempre, porque siempre hay línea directa con Dios. Basta marcar los números del amor. Para rezar basta una mente que crea y un corazón que ame. ¿Podemos dejar de respirar? La oración son los pulmones del alma.

En tus alegrías, da gracias a Dios. En tus penas, ofréceselas a Dios por amor a él. En tus trabajos, hazlo todo siempre con buena intención. En tus pecados, pide perdón. Y en tu trato con los demás, ten espíritu de servicio.

En cualquier salto de la vida, recuerda siempre que el paracaídas de Dios siempre se abre.

lunes, 22 de abril de 2013

El Espíritu Santo, persona divina

El Espíritu Santo, persona divina
Quizás, para un número no pequeño de cristianos, desgraciadamente, el Espíritu Santo no signifique gran cosa en sus vidas. Incluso, como pasó a un grupo de la primitiva comunidad de Corinto, lleguen a ignorar su identidad y con qué bautizo fueron bautizados. En el credo niceno-constantinopolitano, que a menudo rezamos los participantes en la eucaristía dominical, proclamamos y profesamos nuestra fe con estas palabras de la Iglesia: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas".

Es pues, el Espíritu Santo, persona divina; verdad que niegan los testigos de Jehová, para quienes sólo es "la fuerza activa de Dios", negándole los demás atributos divinos, idénticos al Padre y al Hijo.

Parece poco probable, es cierto, que los evangelistas, hayan oído hablar de la Tercera Persona de la Sma. Trinidad, al realzar la obra del Espíritu Santo, en la obra terrenal de Cristo. Pero la fórmula trinitaria integrada en la última secuencia de MATEO ("Id pues, y haced discípulos de todos los hombres, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo "...) subraya, sin lugar a dudas, la existencia personal y distinta del Espíritu, en una única naturaleza divina, de tal manera como lo hace con las del Padre y del Hijo. Según el libro de los Hechos descendió sobre la Iglesia el día de Pentecostés. Su activa presencia se muestra -según había prometido Jesús- de forma sorprendente a través de los acontecimientos relatados, de forma que pudo denominarse a este libro del N.T. "El evangelio del Espíritu Santo".

Sabemos que los artistas de todos los tiempos han representado al Espíritu Santo en forma de paloma o de lenguas de fuego, símbolos tomados de las sagradas Escrituras. Él siempre ha permanecido en la Iglesia de Cristo, vivificándola y santificándola con sus siete dones, produciendo abundantes y maravillosos frutos de santidad a lo largo de veinte siglos. Nunca ha faltado su asistencia de modo especial al Vicario de Cristo en la tierra, para que pueda guiar a sus hermanos en la verdad revelada, sin error hasta el final de los siglos.

Todos los cristianos debemos encomendarnos a Él, invocándole muy a menudo, con jaculatorias y con oraciones, procurando que su santa gracia -su luz y su fuerza -guíen y acompañen siempre a su Iglesia y a cuantos tenemos la suerte de formar parte de ella.

Como conclusión trascribo aquí una preciosa invocación al Espíritu Santo:

Envía, Señor, tu Espíritu, que renueve nuestros corazones. Envíanos, Señor, tu luz y tu calor, que alumbre nuestros paso, que encienda nuestro amor. Envíanos tu Espíritu y un rayo de tu luz, encienda nuestras vidas en llamas de virtud. Envíanos, Señor, tu fuerza y tu valor, que libre nuestros miedos, que anime nuestro ardor; envíanos tu Espíritu, impulso creador, que infunda en nuestras vidas la fuerza de su amor. Envíanos, Señor, la luz de tu verdad, que alumbre tantas sombras de nuestro caminar; envíanos tu Espíritu, su don renovado, engendre nuevos hombres con nuevo corazón..



domingo, 21 de abril de 2013

¿Cómo puedo encontrar a Dios?

¿Cómo puedo encontrar a Dios?
Cuenta la historia de un hombre muy rico y orgulloso que quería encontrar a Dios. Un día se acercó a un ermitaño que vivía en las afueras del pueblo, hombre sabio y prudente, quien lo llevó a lo alto de la montaña.

Allí lo dejó durante dos días, sin permitirle beber agua. Luego fueron donde nacía el río del pueblo, y le dijo:

En este momento, para sobrevivir necesitas agua. ¿Cómo lo harías?

El hombre se arrodilló, y bajando su cabeza bebió del cañito de agua que brotaba del suelo.

Díjole el sabio:

Eso es lo que harás para encontrar a Dios. Deja a un lado tu orgullo y reconoce tu necesidad de Dios, la fuente de agua viva, arrodillándote hasta tocar el suelo. Es la única forma de beber el agua que te salvaría de morir de sed. Asimismo, para salvar tu alma, debes reconocer que sin Dios no tienes salvación.

Dice el Señor que el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna. (Jn 4, 14). Y más adelante añade: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí. (Jn 7, 37b). Y más aún: El que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reciba gratis agua de vida. (Ap 22, 17c).

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Y ahora otro cuentito, el del profesor que fue invitado a dar una conferencia en una base militar, y en el aeropuerto lo recibió un soldado llamado Ralph, quien encontró a Dios sirviendo a sus semejantes.

Recogiendo las maletas, Ralph ayudó a una anciana con su equipaje, cargó dos niños para que vieran a Santa Claus, y orientó a una persona, mientras sonreía alegremente.

¿Dónde aprendió a comportarse así? -preguntó el profesor.

En la guerra, contestó Ralph. En Vietnam su misión había sido limpiar campos minados, viendo como varios amigos encontraban una muerte prematura.

Me acostumbré a vivir paso a paso. Nunca sabía si el siguiente iba a ser el último, y por eso tenía que sacar el mayor provecho del momento que transcurría entre alzar un pie y volver a apoyarlo. Cada paso era toda una vida.

Nadie puede saber lo que habrá de suceder mañana. Qué triste sería el mundo si lo supiéramos. Toda la emoción de vivir se perdería, y nuestra vida sería como una película que ya vimos. Ninguna sorpresa, ninguna emoción. Pienso que lo que se requiere es ver la vida como lo que es, una gran y emocionante aventura.

Y en ese trajinar, Ralph observó que al final no importará quién haya acumulado más riquezas, ni quién haya llegado más lejos, sino que lo único que importará es quien haya amado más.
Ralph se dio cuenta que más ama quien más ha servido, porque aprecia su vida y la vida de los demás, y como dice el Señor, al referirse a los pobres, los ancianos, los niños, los necesitados y desvalidos: En verdad os digo, que cuanto hagan a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicieron. (Mt 25, 40).

El rico y orgulloso se arrodilló y encontró a Dios. Ralph lo encontró sirviendo al prójimo.

¿Y tú? ¿Cuál es tu historia?



¿Quién te ofendió?

¿Quién te ofendió?
Una de las mayores fuentes de ofensas es la de tratar de imponer el punto de vista de una persona a otra, y guiar su vida. Cuando le dices lo que debe hacer y te dice "no", creas resentimientos por partida doble. Primero, te sientes ofendido porque no hizo lo que tú querías que hiciera, y segundo, la otra persona se ofende porque no la aceptaste tal y como es. Santiago de los Caballeros.

Hay gente -¡mucha gente!- que pasa por la vida como un cristalito de Venecia: frágil; que se quiebra con la mayor facilidad. Son personas que viven sintiéndose ofendidas por lo que alguien les hizo.

Si estás en ese grupo, te tengo una sorpresa. Los expertos coinciden en afirmar que ¡nadie te ha ofendido! Lo que te hiere, lo que te ofende, es todo aquello que tú esperabas de esas personas, y esas expectativas tú las creas con tus propios pensamientos. Son imaginarias.

Si esperabas que tus padres te dieran más amor, y no te lo dieron, no tienes por qué sentirte mal. Lo que te lastima son tus expectativas de lo que un padre ideal debió hacer contigo y no hizo.

Si esperabas que tu pareja reaccionara de tal y cual forma y no lo hizo, piénsalo bien: tu pareja no te ha hecho nada. Eso está en tu imaginación.

¿Estás enojado con Dios? Son tus ideas de lo que debería hacer Dios, las que te lastiman. Dios jamás ofende ni daña a nadie.

Señalan los estudiosos de este tema que cuando nacemos, somos auténticos. Luego, nuestra verdadera naturaleza es suprimida, y sustituida artificialmente por conceptos que nuestros padres, la sociedad, la televisión, el Internet, nos enseñan.

Y crean una novela falsa de cómo deberían ser las cosas en todos los aspectos de la vida de uno, y cómo deben actuar los demás. Una mala novela que no tiene nada que ver con la realidad.

A lo largo de sus vidas, las personas coleccionan experiencias vividas con los padres, amigos, parejas, etc. y las almacenan en su inventario interior. Las experiencias negativas dejan una huella más profunda en nosotros que las positivas.

¿Resultado? Se repiten los mismos problemas y las mismas experiencias negativas. Y el inventario sigue creciendo, y te estorba. No te deja ser feliz. Y a medida que se avanza en años, se es menos feliz. Es porque el inventario negativo aumenta año con año.

Una de las mayores fuentes de ofensas es la de tratar de imponer el punto de vista de una persona a otra, y guiar su vida. Cuando le dices lo que debe hacer y te dice "no", creas resentimientos por partida doble. Primero, te sientes ofendido porque no hizo lo que tú querías que hiciera, y segundo, la otra persona se ofende porque no la aceptaste tal y como es.

Todas las personas tienen derecho de guiar su vida y aprenderán de sus errores por sí mismos. Bien dice el dicho que nadie aprende en cabeza ajena.

Entonces, me preguntarás, ¿cómo puedo perdonar?

Dicen los expertos:


  • Entiende que nadie te ha ofendido. Son ideas falsas que tienes sobre cómo debe ser esa persona.
  • Deja a las personas ser. Dales tu opinión, pero permite que tomen sus decisiones, que ejerzan el libre albedrío del que Dios nos dotó al crearnos.
  • Nadie te pertenece, ni tus padres, amigos, parejas. Todos formamos parte del engranaje. Ama y deja ser.
  • La perfección no existe. Ni el padre, ni el amigo, ni tu pareja es perfecto (¡ni tú!). Deja de resistirte a que las personas no son como tú quieres que sean. Acepta a las personas como el pez acepta al mar y ámalas como son.
  • A la luz del corto período de vida que tenemos, sólo tenemos tiempo para vivir, disfrutar, ser felices. Nuestra compañera la muerte en cualquier momento, de forma imprevista, nos puede tomar entre sus brazos.


    Es superfluo gastar el tiempo en pensar en las ofensas de otros. No puedes darte ese lujo.
    Bendiciones y paz.

  • Hay que hacerlo, ¿cómo lo hago?

    Hay que hacerlo, ¿cómo lo hago?
    En la vida hacemos cosas que agradan y cosas que pesan. Unas nos atraen. Otras nos cuestan.

    Entre las cosas que agradan, algunas son "obligatorias": hay que hacerlas, y las hacemos con gusto. Entre las cosas que desagradan, también algunas hay que hacerlas por obligación: ¿cómo las hacemos?

    Lavar ropa, limpiar platos, ordenar la habitación, recoger basura. Hay que hacerlo. No siempre lo hacemos con agrado. Entonces, ¿cómo afrontar esas actividades?

    No tenemos una varita mágica para hacerlo todo con alegría. Pero al menos podemos dar sentido a lo que hacemos, ponerle un poco de entusiasmo, emprender ese deber costoso con una sonrisa.

    Si fuera tan fácil... Porque cuesta, muchas veces acometemos ciertas actividades como un peso, con desgana, con cansancio, con aburrimiento. Sin embargo, tenemos un corazón por el que incluso lo costoso puede ser afrontado con un poco más de esperanza y con menos quejas.

    Hace calor. El cansancio de los meses o de los años ha teñido de un gris oscuro esa actividad repetitiva. Además, pocos (a veces nadie) nos da las gracias ni reconoce nuestro esfuerzo.

    No importa: tengo un poco de salud y un mucho de cariño para reemprender esa tarea costosa. Tengo que hacerla, y no voy a poner mala cara.

    Incluso con mi pequeño sacrificio podré no sólo decirme a mí mismo y a quien está a mi lado que hasta lo difícil cuesta menos si tenemos ilusiones y motivos válidos para acometerlo. Sobre todo ese motivo que da un toque diferente a cada actividad, incluso las más sencillas: el amor que tenemos hacia Dios y hacia quienes viven a nuestro lado.


    La difamación...como agua en el suelo

    La difamación...como agua en el suelo
    Nos está tocando vivir días inquietantes de atmósfera cargada, no solo por la contaminación, sino por tantos rumores encargados de desestabilizar al país y con él a sus habitantes.

    Nada tan nocivo como un bulo que empieza como chispa de un lugar oscuro en corazones perversos, en bocas malsanas que traman asustar, inquietar y destruir la paz y confianza de los hombres que con el esfuerzo cotidiano buscan dar empuje y un buen rumbo al país.

    Seamos sensatos y ecuánimes y no demos entrada a tantos rumores que no sirven para otra cosa que para empeorarnos y crear barullo y desconfianza convirtiendo en caos la vida que ya de por si está bastante difícil.

    Nos gusta "el chisme" y si es amarillista, mejor. Nos gusta saber, enterarnos de secretos para luego correr a contarlos, desde luego, siempre corregidos y aumentados.

    Muchas personas caen en ese dañino y cruel juego... por eso nada nos inspira tanta confianza como conocer y tratar a una persona que jamás la oímos hablar mal de nadie, que no critica o que aún más, siempre busca alguna palabra de excusa para la persona criticada o busca la forma de justificar una u otra conducta.

    Los Mandamientos de Dios, no son para someter a los seres humanos a un sinfín de negativas, sino para protegerlos y encauzarlos por el sendero por el que, por cumplirlos, encontrarán la felicidad y de quienes los rodean, contiene UNO en el que se nos pide: no mentir y no levantar falsos testimonios.

    Nos rodea el extremismo tanto en los crímenes como en la vida de las personas...

    El mal trabaja, el mal no descansa. Mientras las buenas conciencias duermen, las fuerzas del mal maquinan asaltos, robos, violaciones, rumores nefastos, asesinatos. Y sabemos que no siempre es con un arma de fuego con lo que se puede terminar una vida. Es nuestra lengua la que puede herir, matar. Con nuestra lengua se puede hacer que una persona pierda su puesto de trabajo, se puede deshacer un matrimonio, se puede sembrar el odio entre hermanos, se puede quitar la honra de una persona con la difamación, con una calumnia... que una vez dicha es como agua derramada en el suelo
    Aunque después se trate de recoger siempre quedará algo que nos haga albergar el sentimiento de la duda.

    Aunque parezca extremoso el pecado de la difamación y la calumnia es pecado grave, haciéndonos perder la gracia de Dios.

    Tengamos mucho cuidado de no propagar lo que nos cuentan, sobre todo si no nos consta para nada el hecho en cuestión y seamos cuidadosos con la honra y el buen nombre de los demás, como nos gustaría que hicieran con nosotros....


    Quitame lo que quieras pero no la alegría

    Cuenta una anécdota que yendo santa Teresa a hacer las escrituras de una de las fundaciones, preguntó al escribano, después de hechas, cuánto eran sus honorarios. Éste le contestó con desparpajo:

    – Solamente un beso.

    Y la santa se lo dio, natural y sonriente, al tiempo que exclamaba:

    – Nunca una escritura me salió tan barata.

    El pueblo ha visto en Santa Teresa de Jesús la santa del buen humor, de la gracia y del donaire. Estaba dotada verdaderamente de gracias naturales como la jovialidad, espontaneidad, cordialidad, afabilidad y sencillez. María de la Encarnación nos dice que "era muy discreta, y alegre con gran santidad, y enemiga de santidades tristes y encapotadas, sino que fuesen los espíritus alegres en el Señor, y por esta causa corregía a sus monjas si andaban tristes, y les decía que mientras les durase la alegría les duraría el espíritu".

    La vida de sacrificio y penitencia no la consideraba reñida con la alegría. Tanta importancia daba a la hora de la recreación como a la de la oración. Así ponía gran empeño en que las monjas participaran del momento de la recreación y pudieran compartir libremente. En cierta ocasión, estando en Medina del Campo, reprimió severamente a la hermana Alberta, que se quejaba: "¿Ahora nos llaman a cantar? Mejor fuera para contemplar".

    Gozaba de gran libertad para hablar de sí misma, de sus dolores y achaques. Bromeaba con la Inquisición, ponía apodos con gracia. Al pintor Fray Juan de la Miseria, que la retrató, le dijo: "Dios te perdone, Fray Juan, que ya que me pintaste podías haberme sacado menos fea y legañosa".

    Santa Teresa fue una mujer madura, capaz de maravillarse y asombrarse de las cosas de cada día. Ella nos dejó esta frase célebre: "También entre los pucheros anda Dios", gozó con todo lo creado. De su fe en este Dios cercano, vivo en cada cosa y acontecimiento, le brotó esa alegría natural y contagiosa. A brazo partido luchó para que sus monasterios gozaran de este ambiente de libertad donde se respirase a un Dios alegre, capaz de llenar de felicidad cualquier corazón humano.

    Un grupo de matrimonios americanos que regresaban a su patria acudió a visitar a la Madre Teresa. Al despedirse le pidieron un consejo para su vida de familia. "Sonrían a sus mujeres", dijo a los hombres. "Sonrían a sus maridos", dijo después a las mujeres. Extrañado alguno de ellos, preguntó a la religiosa: "¿Usted está casada?". Y la Madre Teresa, sin perder la sonrisa, sorprendió a los presentes con esta respuesta: "Naturalmente que estoy casada. Y créame que no siempre me es fácil sonreír a mi marido. Porque Jesús es un esposo muy exigente".

    ¿Si podemos enamorarnos de personas y de cosas, si nuestro corazón queda prendado de una puesta de sol o de un paisaje tropical, por qué no nos vamos a poder enamorar de Dios? Dichosos aquellos que se enamoran radicalmente de Dios, porque su vida será una fuente inagotable de paz, de alegría y de felicidad.

    El amor a Dios es un mandato para todos los creyentes. No es especialidad o exclusividad de una cultura, época, edad o estado. Lo que importa es el amor, no la manera de expresar ese amor.

    Se puede amar en el silencio de una noche y en medio del bullicio del día. No dejamos de amar a los nuestros cuando trabajamos o cuando estamos de brazos cruzados, cuando sonreímos o cuando lloramos. Lo que importa es amar.

    Siempre que amamos a Dios lo debemos demostrar con la vida amando al hermano. Y al hermano también se le puede demostrar el amor de mil maneras. La mamá ama a su hijo cuando lo mece, cuando lo corrige, cuando le da de comer, cuando lo lleva al médico...

    El cristianismo se puede vivir de varias formas. Lo importante no es el modo que se elige, la vocación o profesión. Lo importante es ser y vivir lo que se cree, pues cualquier trabajo se pude hacer a la perfección o rayando la mediocridad. Y si uno es mediocre, no es por la profesión o vocación que se ejerce, sino por la talla de la propia persona.

    Podemos sonreír a todo y en todo. Un poco de alegría vale más que todo el oro del mundo. Son innumerables los beneficios que acarrea una simple sonrisa: ahuyenta la tristeza, la melancolía, la depresión... La sonrisa rejuvenece, sana las heridas del pasado, abre horizontes al futuro y pone alas en el alma. La sonrisa es la mejor medicina para el cuerpo y para el alma. La alegría más auténtica nace del corazón.

    Consciente san Pablo de la importancia de la alegría, repetía machaconamente a los cristianos que siempre estuvieran alegres. No nos debe extrañar, pues, el consejo de la Madre Teresa a los matrimonios: "Sonrían". Quizá debamos repetir con Neruda: "Quítame el pan, si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu sonrisa porque moriría".

    viernes, 19 de abril de 2013

    No tengas miedo de tu debilidad, confía en mí

    Fragmento de la homilía del Papa Francisco, en la misa en San Juan de Letrán, 7 abril 2013.


    (...)

    Qué hermosa es esta realidad de fe para nuestra vida: la misericordia de Dios. Un amor tan grande, tan profundo el que Dios nos tiene, un amor que no decae, que siempre aferra nuestra mano y nos sostiene, nos levanta, nos guía.

    (...) El apóstol Tomás experimenta precisamente esta misericordia de Dios, que tiene un rostro concreto, el de Jesús, el de Jesús resucitado. Tomás no se fía de lo que dicen los otros apóstoles: «Hemos visto el Señor»; no le basta la promesa de Jesús, que había anunciado: el tercer día resucitaré.

    Quiere ver, quiere meter su mano en la señal de los clavos y del costado. i>¿Cuál es la reacción de Jesús? La paciencia: Jesús no abandona al terco Tomás en su incredulidad; le da una semana de tiempo, no le cierra la puerta, espera. Y Tomás reconoce su propia pobreza, la poca fe: «Señor mío y Dios mío»: con esta invocación simple, pero llena de fe, responde a la paciencia de Jesús. Se deja envolver por la misericordia divina, la ve ante sí, en las heridas de las manos y de los pies, en el costado abierto, y recobra la confianza: es un hombre nuevo, ya no es incrédulo sino creyente.

    Y recordemos también a Pedro: que tres veces reniega de Jesús precisamente cuando debía estar más cerca de él; y cuando toca el fondo encuentra la mirada de Jesús que, con paciencia, sin palabras, le dice: «Pedro, no tengas miedo de tu debilidad, confía en mí»; y Pedro comprende, siente la mirada de amor de Jesús y llora. Qué hermosa es esta mirada de Jesús, cuánta ternura.

    Hermanos y hermanas, no perdamos nunca la confianza en la paciente misericordia de Dios. Pensemos en los dos discípulos de Emaús: el rostro triste, un caminar errante, sin esperanza. Pero Jesús no les abandona: recorre a su lado el camino, y no sólo. Con paciencia explica las Escrituras que se referían a Él y se detiene a compartir con ellos la comida.

    Éste es el estilo de Dios: no es impaciente como nosotros, que frecuentemente queremos todo y enseguida, también con las personas. Dios es paciente con nosotros porque nos ama, y quien ama comprende, espera, da confianza, no abandona, no corta los puentes, sabe perdonar. Recordémoslo en nuestra vida de cristianos: Dios nos espera siempre, aun cuando nos hayamos alejado. Él no está nunca lejos, y si volvemos a Él, está preparado para abrazarnos.

    A mí me produce siempre una gran impresión releer la parábola del Padre misericordioso, me impresiona porque me infunde siempre una gran esperanza. Pensad en aquel hijo menor que estaba en la casa del Padre, era amado; y aun así quiere su parte de la herencia. Se va, lo gasta todo, llega al nivel más bajo, muy lejos del Padre; y cuando ha tocado fondo, siente la nostalgia del calor de la casa paterna y vuelve.

    ¿Y el Padre? ¿Había olvidado al Hijo? No, nunca. Está allí, lo ve desde lejos, lo estaba esperando cada día, cada momento: ha estado siempre en su corazón como hijo, incluso cuando lo había abandonado, incluso cuando había dilapidado todo el patrimonio, es decir su libertad; el Padre con paciencia y amor, con esperanza y misericordia no había dejado ni un momento de pensar en él, y en cuanto lo ve, todavía lejano, corre a su encuentro y lo abraza con ternura, la ternura de Dios, sin una palabra de reproche: Ha vuelto. Esa es la alegría del padre, en el abrazo del hijo está toda la alegría.

    Dios siempre nos espera, no se cansa. Jesús nos muestra esta paciencia misericordiosa de Dios para que recobremos la confianza, la esperanza, siempre. Romano Guardini decía que Dios responde a nuestra debilidad con su paciencia y éste es el motivo de nuestra confianza, de nuestra esperanza.

    Es como un diálogo entre nuestra debilidad y la paciencia de Dios. Si existe este diálogo hay esperanza.

    Quisiera subrayar otro elemento: la paciencia de Dios debe encontrar en nosotros la valentía de volver a Él, sea cual sea el error, sea cual sea el pecado que haya en nuestra vida. Jesús invita a Tomás a meter su mano en las llagas de sus manos y de sus pies y en la herida de su costado.

    También nosotros podemos entrar en las llagas de Jesús, podemos tocarlo realmente; y esto ocurre cada vez que recibimos los sacramentos. San Bernardo, en una bella homilía, dice: «A través de estas hendiduras, puedo libar miel silvestre y aceite de rocas de pedernal, es decir, puedo gustar y ver qué bueno es el Señor».

    (...)

    Tal vez alguno pudiese pensar: mi pecado es tan grande, mi lejanía de Dios es como la del hijo menor de la parábola, mi incredulidad es como la de Tomás; no tengo las agallas para volver, para pensar que Dios pueda acogerme y que me esté esperando precisamente a mí. Pero Dios te espera precisamente a ti, te pide sólo el coraje de regresar a Él.

    Cuántas veces en mi ministerio pastoral me han repetido: «Padre, tengo muchos pecados»; y la invitación que he hecho siempre es: «No temas, ve con Él, te está esperando, Él hará todo». Cuántas propuestas mundanas sentimos a nuestro alrededor. Dejémonos sin embargo aferrar por la propuesta de Dios, la suya es una caricia de amor. Para Dios no somos números, somos importantes, más aún, somos lo más importante que tiene; aun siendo pecadores, somos lo que más le importa.

    Adán después del pecado sintió vergüenza, se ve desnudo, siente el peso de lo que ha hecho; y sin embargo Dios no lo abandona: si en ese momento, con el pecado, inicia nuestro exilio de Dios, hay ya una promesa de vuelta, la posibilidad de volver a Él. Dios pregunta enseguida: «Adán, ¿dónde estás?», lo busca. Jesús quedó desnudo por nosotros, cargó con la vergüenza de Adán, con la desnudez de su pecado para lavar nuestro pecado: sus llagas nos han curado.

    (...)

    En mi vida personal, he visto muchas veces el rostro misericordioso de Dios, su paciencia; he visto también en muchas personas el coraje de entrar en las llagas de Jesús, diciéndole: Señor estoy aquí, acepta mi pobreza, esconde en tus llagas mi pecado, lávalo con tu sangre. Y he visto siempre que Dios lo ha hecho, ha acogido, consolado, lavado, amado.

    Queridos hermanos y hermanas:


  • dejémonos cubrir por la misericordia de Dios;
  • confiemos en su paciencia que siempre nos concede tiempo;
  • tengamos el valor de volver a su casa, de habitar en las heridas de su amor dejando que Él nos ame, de encontrar su misericordia en los sacramentos.
  • Sentiremos su ternura, tan bella, sentiremos su abrazo y seremos también nosotros más capaces de misericordia, de paciencia, de perdón y de amor.

  • El pasado es hoy

    Jesús en el Huerto de los olivosCuando Jesús oró en el Getsemaní, pudo ver y conocer todos los pecados del hombre, de todos los hombres, de todos los tiempos, pasados, presentes y futuros. Y esto fue posible porque el tiempo no es para Dios lo que es para nosotros. El Creador es en Si mismo la Eternidad, por lo tanto no ve las limitaciones temporales de nuestra vida terrena como las vemos nosotros. El Verbo existió siempre, sólo que tuvo que llegar el tiempo terrenal de la Redención para que se manifestara como Hombre-Dios, como el Cordero del Padre.

    El entendimiento de los tiempos de Dios nos permite también darle otro sentido a la necesidad de que obremos en beneficio de la Obra Celestial. Nuestra curiosidad nos desvía a tratar de saber qué es lo que va a ocurrir y cuando, pero los tiempos de Dios no son nuestros tiempos: es mejor obrar en el presente y dejar que el futuro se desarrolle de acuerdo a los designios de la Divina Providencia.

    Pero, ¿y el pasado?. Tendemos a ver el pasado como un libro cerrado, algo que terminó. Pero si Jesús vio en el Getsemani los pecados de los hombres y mujeres del futuro, ¡quiere decir que nos estaba viendo a nosotros actuar hoy en día!. Nuestras buenas acciones de hoy son un consuelo para lo que Jesús tuvo que ver hace dos mil años, y eso, bajo los tiempos de Dios, está ocurriendo en este momento. También, tristemente, nuestras faltas de hoy engrosan el dolor de Jesús en aquel momento, porque para El, todo esto ocurre hoy en el chispazo que para el Creador representa la historia completa del hombre.

    ¡Que maravilla!. La historia la escribimos nosotros, a cada instante. Nunca es tarde, ni temprano. Para Dios, el tiempo es siempre el ahora: tiempo de reparar tantas faltas y ofensas a Su Santo Nombre. Si en este momento rezo o abro mi corazón a Cristo, le quito un poco del peso que siente en el Getsemani. Y digo “siente” porque bajo este concepto de tiempo Divino, el Getsemani es ahora, Jesús está viendo nuestra vida desde el huerto en este mismo momento. Y también Su paso con la Cruz a cuestas es en este momento, y Su Crucifixión, y Su Santa Muerte y Resurrección. Todo forma parte del mismo plano, a los Ojos de Dios. Es como si el Corazón de Dios fuera un enorme estanque, sin tiempo ni espacio, en el que se van volcando las acciones de la humanidad, a lo largo de toda su historia, desde el Génesis hasta el futuro Retorno del Señor en Gloria. Y ese estanque está permanentemente recibiendo gotas de Sangre y de Miel. Sangre por los pecados, Miel por el amor que emana de nuestras buenas acciones. El libre albedrío que Dios nos regaló nos permite optar entre hacer caer Sangre en el estanque, o miel que endulce el Corazón de Cristo, nuestro Cristo. Y si hacemos caer miel ahora, le damos a Jesús un motivo más para que El se consuele en el Getsemaní frente a la traición, Pasión y Muerte que está por enfrentar. Es como decirle:

    ¡Señor, claro que no es en vano, aquí también estoy yo junto a Ti compartiendo Tu momento de dolor!.

    ¿Sientes a Jesús en el Huerto en este momento, viendo tu corazón y mendigando un poco de dulce amor?. Si, ahora mismo, pidiéndote que hagas algo para compensar toda la Sangre que brota de Su Cuerpo ante la vista de tanto pecado, pasado, presente y futuro.

    jueves, 18 de abril de 2013

    La Vida Interior

    La Vida Interior


    La vida interior es un aspecto fundamental y esencial de la vida cristiana y apostólica.

    Robustecer el alma, nutriéndola cada día con alimento sano, con la clara conciencia de nuestra vocación cristiana y de nuestra misión.

    La frivolidad ha sido siempre la corruptora de las almas.

    La fuente de la verdadera felicidad se encuentra en el interior de cada ser humano, donde Dios se hace paz, alegría, gozo, serenidad para quienes viven en amistad con El, y no en las cosas exteriores.

    Debemos tener mucha vida interior, mucha vida de unión con Dios, mucha capacidad de interiorización personal, mucho crecimiento en profundidad, porque ahí es donde realmente se es feliz.


    Razones para la vida interior

  • En el trato con las personas, en la actividad apostólica se corre el riesgo de olvidar que sólo Cristo da a las personas el crecimiento interior y que nosotros somos simples jardineros de las almas.
  • Debemos colaborar a vencer el pecado en las almas y encaminarlas hacia el Reino de Cristo.
  • Vivimos en un mundo donde los valores materiales van imponiéndose a los espirituales.


    Qué no es la vida interior

  • La pretensión fatua de quererse pasar la vida entera en la Iglesia o pensando en Dios.
  • Encerrarnos en nosotros mismos sin admitir una relación con los demás y hacia sus necesidades.
  • Una vida artificial de contemplación de las cosas espirituales


    Qué es la vida interior

  • Es muy natural y sencilla, porque es simplemente la unión real, natural, personal y constante con Dios, fundada en la vida de gracia.
  • Es la identificación del corazón y voluntad con la voluntad santísima de Dios, "hasta tener los mismos sentimientos de Cristo".
  • Es la actitud de amor filial y confiado que obliga a mantener con Dios una postura de un hijo amante de su Padre.


    Consecuencias de la vida interior

    La vida interior permite al ser humano, como fruto de su unión con Dios y de su identificación con su voluntad, vivir en permanente contacto con El a través de todas las cosas y de todos los acontecimientos de la vida.


    Medios para formar el hábito de la vida interior

  • Amar la vida de oración. Que nuestra oración esté amasada de fe, humildad, agradecimiento, adoración, confianza, silencio y perseverancia.
  • Vida sacramental, especialmente la Eucaristía.
  • Vida de Sagrario.
  • Docilidad y apertura a las inspiraciones del Espíritu Santo.
  • Vida teologal.
  • Espíritu de silencio y reflexión.
  • Lectura espiritual.
  • La guarda de los sentidos internos y externos.
  • Contemplar la magnífica figura e imitar el ejemplo de nuestra Madre, la Santísima Virgen.

  •  

    Programa de vida espiritual

    Programa de vida espiritual
    Todos las personas estamos llamadas a la santidad, Dios nos llama a la perfección, Cristo nos lo dice claramente: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto".

    Estas son palabras que no dejan duda alguna. Todos los creyentes, independientemente de nuestro estado o condición de vida, tenemos que ir creciendo para alcanzar la plenitud de la vida cristiana.

    Sería bueno pensar en cómo se encuentra nuestra vida cristiana para luego emprender el camino hacia la perfección.

    Este crecimiento nos puede parecer muy difícil, pero tenemos los medios necesarios:

    Algunos de ellos son esenciales, tales como:


  • la lucha contra el pecado,
  • estar alertas para no caer en tentaciones,
  • acudir a los sacramentos frecuentemente, ya que la vida sacramental nos fortalece;
  • las buenas obras, que nos alcanzan méritos allá en el cielo;
  • la oración, ese diálogo con Dios en donde se pueden encontrar las fuerzas necesarias y pedir aquellos dones que nos hacen falta,

    Además de los esenciales, tenemos otros medios, los secundarios. Que pueden ser internos, entre los cuales encontramos:

  • la presencia de Dios en nuestra alma,
  • el examen de conciencia para conocer nuestras debilidades o fallas,
  • tener el deseo de alcanzar la perfección,
  • estar conformes con la voluntad de Dios, es decir, aceptar Su plan para mi, por muy difícil que sea,
  • ser fieles a la gracia recibida,
  • mejorar el propio temperamento,
  • trabajar en la formación del carácter.

    Luego, tenemos los medios externos:

  • la lectura espiritual, mediante la cual podemos ir conociendo nuestra fe,
  • el círculo de amistades, hay que saber escogerlas bien,
  • la dirección espiritual cuando sea posible,
  • el servicio a los demás y
  • el plan o programa de vida.


    Es importante tener un plan de vida que nos ayude a crecer, en todas las áreas potenciales de nuestra vida, ya que es un deber utilizar y sacar el mejor provecho de nuestros talentos, para que a la hora de dar cuentas, podamos responder con resultados objetivos sobre esos dones.

    ¿Qué es un programa de vida espiritual?

    Es un plan de acción que te ayuda a crecer integralmente, atacando directamente aquellos puntos que te impiden llegar a realizarte en plenitud.

    ¿Qué se necesita para realizarlo?

    1. Interés por mejorar

    2. Conocimiento profundo de tu personalidad, detectando las manifestaciones de soberbia y sensualidad

    3. Un asesor o guía espiritual de confianza (sacerdote, religiosa...)para que te ayude a encontrar con mayor exactitud las manifestaciones de la soberbia y la sensualidad y poder poner medios concretos para aprovechar y encaminar esas manifestaciones.

    4. Tiempo para hacer una evaluación semanal o quincenal del programa de vida.

    5. Un formato


    Formato de un Programa de vida

    Para un mayor conocimiento de nuestra persona dividimos el programa de vida en dos grandes apartados:

    I. El Análisis: El “SOY” junto con las acciones que realizo.

    II. Los medios concretos de crecimiento: El “DEBO SER” junto con las acciones que quiero hacer


    I. Análisis

    1. Con Dios:
    Vida de Oración
    Vida de gracia
    Vida sacramental
    Compromisos con mi parroquia, al movimiento que pertenezco, etc.

    2. Con los demás:
    Familia (-Esposo(a), hijos...-Papás, hermanos...)
    Amigos
    Novio(a)

    3. Conmigo mismo:
    Trato
    Autoestima
    Crecimiento humano


    II. Medios de crecimiento

    1. Con Dios:
    Vida de Oración
    Vida de gracia
    Vida sacramental
    Compromisos con mi parroquia, movimiento al que petenezco, apostolado, etc.

    2. Con los demás:
    Familia (-Esposo(a), hijos...-, -Papas, hermanos...)
    Amigos
    Novio(a)

    3. Conmigo mismo:
    Trato
    Autoestima
    Crecimiento humano


    Una vez hecho este análisis se busca a una persona (algún santo actual, incluso es recomendable la persona de Jesucristo o la de María) que me impulse a seguir tras ese ideal alcanzable; se busca también un lema que le motive a seguir adelante, cuando se presenten momentos de lucha o de dificultad...


  • Plan de vida

    Todos las personas estamos llamadas a la santidad, Dios nos llama a la perfección, Cristo nos lo dice claramente: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto".

    Estas son palabras que no dejan duda alguna. Todos los creyentes, independientemente de nuestro estado o condición de vida, tenemos que ir creciendo para alcanzar la plenitud de la vida cristiana.

    Sería bueno pensar en cómo se encuentra nuestra vida cristiana para luego emprender el camino hacia la perfección.

    Este crecimiento nos puede parecer muy difícil, pero ¡son tantos los medios que tenemos!.

    Algunos de ellos son esenciales, tales como; la lucha contra el pecado, estar alertas para no caer en tentaciones, acudir a los sacramentos frecuentemente, ya que la vida sacramental nos fortalece; luego, las buenas obras, que nos alcanzan méritos allá en el cielo; y por supuesto, la oración, ese diálogo con Dios en donde se pueden encontrar las fuerzas necesarias y pedir aquellos dones que nos hacen falta, ¡tenemos tantas carencias!.

    Además de los esenciales, tenemos otros medios, los secundarios. Que pueden ser internos, entre los cuales encontramos: la presencia de Dios en nuestra alma, el examen de conciencia para conocer nuestras debilidades o fallas, tener el deseo de alcanzar la perfección, pues sin esto no vamos a ir muy lejos, estar conformes con la voluntad de Dios, es decir, aceptar Su plan para mi, por muy difícil que sea, ser fieles a la gracia recibida, mejorar el propio temperamento, trabajar en la formación del carácter.

    Luego, tenemos los medios externos. Estos son la lectura espiritual, mediante la cual podemos ir conociendo nuestra fe, el círculo de amistades, hay que saber escogerlas bien, la dirección espiritual cuando sea posible, el servicio a los demás y el plan o programa de vida.


    ¿Cómo se cuando estoy lista para tener relaciones sexuales?

    ¿Cómo  se cuando estoy lista para tener relaciones sexuales?
    Si me dieran 25 centavos por cada vez que me hacen esta pregunta , sería millonaria. No debería extrañarme. Cada uno de los programas de televisión que incluyen a una adolescente en el reparto, han mostrado por lo menos una vez a esa joven siendo presionada para tener relaciones sexuales pero decide esperar pues “no se siente lista.”

    ¿Se han puesto a pensar en estas chicas?¿Cómo saben cuando están listas?¿Cómo determinan si están o no listas para tener relaciones?¿Tienen algún tipo de alarma que se activa en su cabeza?¿Alguna versión del reloj biológico?¿Qué bien les hace estar listas?¿Estar listas hace el sexo diferente?¿Mejor?¿Acaso las protege de algo?

    Debatí con una sexóloga en un programa de televisión una vez. Ella decía que estaba bien que las adolescentes tuvieran sexo cuando ellas se sintieran listas y seguras, lo que ella relacionó con “estar lista para echarse un clavado desde la plataforma en vez de bajar las escaleras”.
    Que útil.

    El problema con todo su “sentirse lista” es que todo recae en el sentimiento. Pero los sentimientos desafortunadamente, están dentro de nosotros y pueden cambiar muy fácilmente. Los sentimientos por si mismos no son muy útiles en la toma de decisiones.
    Por ejemplo, si estas tratando de deliberar si te echas un clavado de la plataforma, la pregunta más importante sería ¿qué tan lista te sientes?
    Tal vez te sientes más que lista, tal vez te visualizas con tu clavado perfecto. Tal vez tu traje de baño es perfecto. Te sientes lista. Pero no hay agua en la piscina.

    ¿Estar lista te ayudará? No. Morirás en cuanto hagas contacto con el piso y no importará que tan lista te hayas sentido. Los sentimientos están dentro de ti, la piscina está afuera y no le importará que tan lista te sientas.

    El sexo es lo mismo. Cuando alguien va al doctor con una enfermedad de transmisión sexual, el Dr. no pregunta, “¿Te sentías lista cuando tuviste relaciones? Si te hubieras sentido lista esto no te hubiera pasado.”

    Las relaciones sexuales traen consecuencias muy serias. Enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados son los dos obvios problemas a los que los jóvenes se enfrentan. Un millón de adolescentes se embarazan al año. Y estoy segura que todos están enterados del SIDA y el hecho de que los adolescentes están más expuestos que los adultos. Hay otras enfermedades que quizá no conozcas muy bien. El herpes es una enfermedad sumamente dolorosa e incurable que se dice que afecta al 50% de las personas sexualmente activas que no están casadas.

    El virus del papiloma humano causa verrugas por el contacto sexual.
    Lo aterrador del VPH es que esas verrugas pueden ser el inicio de cáncer cervicouterino.

    La clamidia es una infección que deja permanentemente estéril a la mujer sin provocar ningún síntoma. “Sentirse lista” no te protegerá de nada de esto.
    Así como tampoco te protegerá de las consecuencias emocionales del sexo premarital. Las discutiremos después.

    Así que basta de las cosas desagradables. El punto es que las decisiones sobre el sexo prematuro son difíciles de tomar en nuestros días. Hay mucha gente restregándote en la cara mucha información diferente. Y muchas personas toman decisiones sobre sexo hablando de que tan listas están para hacerlo.

    Eso no funciona.

    Estar lista para tener relaciones sexuales significa entender las consecuencias, físicas, mentales y emocionales . Estar lista significa estar en una situación donde no tengas que temer por ninguna consecuencia.

    Significa estar con una sola pareja que te ame y que no te dejará ni te infectará. Significa estar en una situación donde quedar embarazada no es de temer. Es vivir la sexualidad de la forma que Dios, el que nos creó, planeó para nosotros.

    La sexualidad sin amor

    La sexualidad sin amor
    La sexualidad sin amor auténtico es frecuentemente entre quienes inician relaciones sexuales prematuramente durante la juventud y tiene sus riesgos propios. Sin embargo, los efectos de la sexualidad sin amor también se pueden observar en adultos:

    1) Pueden llevar más lejos de lo que uno espera y se pasa fácilmente de fracasos diversos a la búsqueda de “nuevas experiencia”

    2) La sexualidad puede derivar en vínculos inesperados que nos condicionen la vida, como los embarazos inesperados, a pesar de la masificación de la anticoncepción. Hay estudios que demuestran que los embarazos en jóvenes ocurren antes entre quienes, en teoría mejor informados estaban respecto a la anticoncepción.

    3) La infidelidad y la promiscuidad son frecuentes en el ámbito de la sexualidad sin amor y propician las enfermedades de transmisión sexual.

    4) La sexualidad sin su significado pleno, deja de ser un lugar de encuentro entre dos personas, se acaba vulgarizando y se puede convertir, por el contrario, en mero instrumento de utilización mutua para obtener un placer personal. Si la perspectiva humanizante del amor está ausente, la relación puede incluso hacerse violenta. Cuando, en la relación sexual, se disocia la inteligencia y el corazón del cuerpo (utilizando solamente como objeto de placer), o la sexualidad en su sentido amplio se confunde con genitalidad, parte de esa persona puede sentirse decepcionada, vacía.

    La sexualidad sin compromiso

    Muchos adolescentes y adultos jóvenes que inician su vida sexual opinan que lo hacen por amor aunque, de momento, no quieren o no ven la necesidad del compromiso con la otra persona. Cabe plantearse si es factible hablar de auténtico amor sin compromiso. En cualquier caso, las relaciones sexuales con ese amor sin compromiso real, no están exentas, tampoco, de complicaciones que los jóvenes deben conocer antes de tomar una decisión tan

    1) Una relación con otra persona se puede ver inconscientemente acelerada porque la exigencia de una vida en común llega antes y porque, paradójicamente, se hace más difícil replantearse esa relación. Se crea un vínculo cuya ruptura hace tanto daño como cualquier fracaso de proyecto de pareja.

    2) Las primeras relaciones sexuales siempre dejan cierta huella porque dejamos parte de nosotros mismos aunque sea de manera inconsciente.

    3) Cuando no existe un compromiso formal y un proyecto de futuro concreto, los jóvenes se pueden encontrar con que lo único que tienen en común son sus relaciones sexuales. Pueden estar viviendo, por otra parte, vidas totalmente independientes. En estas circunstancias, es fácil caer en la monotonía y finalmente terminar para buscar “nuevos amores” que llenen más.

    4) La ausencia de compromiso da inseguridad. La inseguridad del compromiso es uno de los anhelos más frecuentemente citados por las personas que se quieren aunque muchos olvidan el papel del sacrificio para mantener firme el compromiso ante los conflictos que siempre surgen.

    5) Existe el peligro del bloqueo de la maduración de la persona hacia el amor adulto. Hay personas que necesitan cambiar frecuentemente de pareja porque “dejan de querer a la otra persona” en cuanto aparecen las primeras dificultades. Dado que es imposible evitar que aparezcan dificultades en cualquier relación humana, nunca encuentran a la persona “adecuada” y corren el riesgo de acabar en la tristeza de la soledad.

    En cualquier caso, también es necesario informar a los jóvenes que existen estudios científicos que contradicen claramente la idea que tiene muchos de que las primeras relaciones sexuales en adolescentes y adultos jóvenes están motivados, de hecho, “por amor”. En un estudio publicado en el British Medical Journal, cuando se les preguntaba a un grupo representativo de adultos jóvenes sobre sus primeras relaciones sexuales, solamente un 13% (el 5% entre quienes eran menores de 15 años) afirmaban que la principal motivación de sus primera relación sexual fue el amor (Dickson N et al, 1998). La motivación más frecuentemente descrita fue la curiosidad (el 50% de los varones aseveraban que fue fruto de un arrebato) y otros motivos descritos fueron el dejarse llevar por el medio ambiente, el alcohol y el deseo de perder la virginidad. El 76% afirmaba que su primera relación tuvo lugar tras el primer encuentro con esa persona, con un encuentro “reciente” o con un apersona “conocida” pero no en el marco de una pareja mínimamente estable. El 61% de los varones afirmaban que dicha relación duró menos de 3 meses (en 40% de los varones solamente duró un encuentro). Al final, en el momento de realizar el estudio, la gran mayoría de estos jóvenes reconocía estar arrepentido por haber tenido esas primeras experiencias sexuales. Esta proporción era mayor, cuanto más joven era la edad de inicio de las relaciones sexuales. Una cosa es lo que opinan los jóvenes, en teoría, y otra es lo que ocurre en la realidad, a juzgar por la opinión de los jóvenes publicados en los estudios científicos. Respecto al “deseo de perder la virginidad”, notemos que esto se puede deber fundamentalmente a la falla de libertad que hay en la actualidad: uno no puede opinar que prefiere no tener relaciones sexuales hasta estar preparado para mantener un compromiso estable con una pareja sin ser juzgado negativamente o incluso ridiculizado en público. Esto es una coacción contra la cual es especialmente complicado defenderse en ciertos ambientes.

    Como fruto de esta presión, muchos quieren “ser normales” cuanto antes y buscan perder la virginidad para ser como los demás aunque en el fondo no lo deseen. No hay que negar que pueda existir un cierto amor sinceramente afectivo en estas primeras relaciones sexuales. Sin embargo, nadie debería ser tan ingenuo como para no tener en cuenta el gran riesgo que existe en la realidad, de acabar, como mínimo, decepcionado porque ese “amor afectivo” no era aún lo suficientemente maduro, pues , al menos inconscientemente, no podría dar lugar a un compromiso real.

    Finalmente, no debemos dejar de hacer hincapié en esa posibilidad real de que las relaciones sexuales resulten en un embarazo. Aunque muchos hayan salido adelante a pesar de haber nacido en circunstancias similares, no es menos cierto que no constituye, a priori, la mejor de las situaciones ni para el niño o niña ni para estos nuevos padres, probablemente insuficientemente preparados para afrontar esta situación que les sorprende. Cualquiera debería tener esta grave responsabilidad en mente antes de tomar la decisión de tener relaciones sexuales porque ni siquiera los anticonceptivos pueden dar la garantía total de que no se produzca un embarazo. Por otra parte, el aborto nunca será una solución ni aceptable ni humana aunque ellos perciban sinceramente que dejar nacer a su hijo/a les pueda, a una o a ambos, cambiar la vida y crean que no pueden asumir el cambio. Consiste, en definitiva, en interrumpir el desarrollo de un ser humano que no tiene ninguna culpa de la nueva situación de esta pareja.


    Ámame y no me uses

    Ámame y no me uses
    No me digáis que estas frases del Quijote no nos vienen como anillo al dedo. Leedlas, pero sin pensar en Fulanito ni en Menganita.

    "Sucedió, pues, que, como el amor en los mozos, por la mayor parte no lo es, sino apetito, el cual, como tiene por último fin el deleite, en llegando a alcanzarle se acaba, y ha de volver atrás aquello que parecía amor, porque no puede pasar adelante del término que le puso naturaleza, el cual término no le puso a lo que es verdadero amor".

    Cervantes, recordémoslo bien, no era ciego y el hombre es el mismo en cualquier época. En otras palabras: eso de golfear ya se estilaba desde el Siglo de Oro y desde siglos atrás. Lo que el Manco de Lepanto nos enseña en su castellano antiguo y perfecto es algo obvio.

    ¿Has captado ya la moraleja? A mí me parece que una cosa es el amor y otra muy diferente, el placer. Y que nuestro trato, especialmente con el sexo opuesto, debe orientarse con la brújula del amor.

    He reflexionado sobre el tabú del sexo. Eso que nos suscita tanto pudor y de lo que solemos hablar entre amigos. Pienso en mi matrimonio y en el de tantos otros. Si esos actos matrimoniales que traen la vida se realizan únicamente por el placer que se experimenta, se acuchilla el amor. Desde ese momento habremos dejado de ser personas para convertirnos en cosas, robots teledirigidos por nuestros apetitos.

    El placer, el deleite, el apetito son muy subjetivos. El amor los incluye, no los desprecia, pero va más allá. Atraviesa el portón del propio yo y se da a los demás. No puede estancarse.

    La puerta del amor se abre hacia afuera, siempre hacia los demás, y se llama felicidad. En cambio, la del placer se cierra con el candado del egoísmo. El amor dura. El placer se acaba. El placer no es más que un efecto, un producto secundario. Una especie de barniz que acompaña las acciones de los hombres y se diluye como la nieve en verano.

    El placer sigue, no se persigue. El placer acompaña al amor, pero no es el amor. El placer no es un señor, sino parte del séquito. O si quieres, en lenguaje más taurino: el amor es el diestro y el placer, uno de la cuadrilla.

    El placer es una paloma que remonta el vuelo al sentirse apresada. Sólo planea verdaderamente en los vientos del amor.

    Recuérdalo siempre: cuando se persigue denodadamente el placer por el placer, desaparace porque le falta su fundamento: el amor.


    miércoles, 17 de abril de 2013

    ¿Qué hace que los hombres vean a las mujeres como objetos sexuales?





    Aunque tú no lo sepas, si te vistes con ropa reveladora, muchos hombres te verán como un "objeto sexual". No sólo eso, sino que la manera de vestirte puede afectar cómo los hombres ven a otras mujeres también. Cuando a los hombres se les provoca ver a las mujeres de manera lujuriosa, tienden a desarrollar una visión errónea de todas las mujeres, lo cual hace que vean y traten a otras mujeres, que se encuentren después, como objetos sexuales.

    Así lo hagas consciente o inconscientemente, si te presentas a ti misma de una manera sexualmente reveladora, aún ligeramente, muchos hombres querrán tu cuerpo para el placer sin preocuparse en considerarte como una persona integral. Muchos hombres te verán como sexualmente fácil. Otros hombres estarán constantemente distraídos con tentaciones sexuales y les será difícil poderte conocer como persona.

    Algunos te atacarán verbalmente o te dirán cualquier cosa que desees oír, solamente para llevarte a la cama. Y aún otros tratarán de manosearte y hasta violarte.

    Pero, déjame aclararte: no importa cómo se vista una mujer, eso nunca es una excusa para la violación, o para la agresión sexual de ninguna clase. Los hombres que cometen estos actos han cometido un monstruoso pecado y un crimen atroz. Nada de lo que estoy diciendo es una excusa o razón para que ningún hombre viole a una mujer o cometa ningún otro crimen.

    Y por cierto, no te dejes engañar por las revistas de mujeres, que hacen parecer que cada muchacho está buscando sexo y tú "tienes que vestirte sexy" para conseguir un buen hombre. Eso no es verdad. Sólo los hombres que quieren aprovecharse de tí sexualmente te animarán a que te vistas de esa manera. Tú no tienes que exhibir tu cuerpo para encontrar un buen hombre.

    Haz que se enamore de ti, pero de quien
    realmente eres en tu interior


    ¿Entonces qué clase de atención realmente quieres? La mayor parte de las mujeres quieren ser amadas y respetadas por lo que ellas son, no como lucen. ¿?No es eso lo que tú quieres? ¿?No quieres ser amada por un hombre sincero, puro y virtuoso que tiene confianza en sí mismo, es disciplinado y está comprometido con su relación?


    Yo sé que no quieres ser usada por los hombres, y que no quieres encontrarte en una relación, o casada con un hombre que no tiene control de sí mismo- un hombre que busca rápidas satisfacciones o que desea cada muchacha bonita que ve.

    Katherine Kersten, comentarista del National Public Radio y presidenta de la junta directiva de "Center of the American Experiment" escribe: "Pero la modestia implica algo más: simple justicia." Nosotras las mujeres pedimos respeto de los hombres, insistiendo en que nos valoren no por nuestra apariencia sino por "quienes somos".


    Es una hipocresía hacer esto, y a la misma vez vestirse y actuar inmodestamente, provocando intencionalmente el deseo sexual y dando señales de estar fácilmente abiertas a esos deseos. Actuar de esta manera es dañar nuestra propia dignidad, es tratarnos a nosotras mismas como "objetos sexuales." Aún más, es verdaderamente injusto, porque significa que consideramos que los hombres están en un estándar más alto que nosotras.

    Prepárate para el amor duradero

    Si estás buscando un amor duradero y un matrimonio para toda la vida, que una las mentes, las almas y los cuerpos, la mejor manera de conseguirlo es siendo la clase de persona que quieres que tu futuro esposo sea. Piensa en ti misma y en tu futuro cónyuge como alguien con integridad, con una personalidad vital y un carácter firme. Si tú desarrollas estas cualidades y las demuestras por medio de las palabras, las acciones y la apariencia, te ayudará a atraer lo mismo en tu esposo. Hay muchos hombres buenos por ahí; hombres que tienen personalidades maravillosas, hombres que son respetuosos, inteligentes, y que buscan una relación duradera; hombres que serán fieles y se comprometerán con una esposa de por vida. Para encontrar un hombre verdaderamente honorable como este, recuerda que él se sentirá atraído hacia una mujer que viste modestamente como signo de pureza; hacia alguien que reconoce que cada persona ha sido creada a imagen y semejanza de Dios.

    Al vestirse modestamente, una mujer muestra que sabe que fuimos hechos para amar y ser amados, como personas únicas e irrepetibles. Ella también muestra respeto por su cuerpo y por su alma inmortal, dos dones sagrados que deben ser tratados con dignidad y respeto.

    Como hombre, termino diciendo que aprecio sinceramente a las mujeres que hacen un mayor esfuerzo para vestirse modestamente. Conozco varias mujeres atractivas que siempre se visten con lindas telas y estilos modestos. Lo que hace a estas mujeres aún más atractivas que su belleza física y la ropa de moda que usan, es su modestia. Es una virtud que las hace brillar en una forma bella. Muestran que son consideradas, que tienen una fortaleza interior y una gran auto-estima. La modestia muestra también un corazón puro y un deseo generoso de guardarse para un futuro esposo.

    Piensa por un momento: ¿qué dicen tus vestidos de ti?

    P.D. ¡La modestia es una bella virtud! Los hombres también se benefician de ella.

    Sexualidad: La felicidad no está en el afecto carnal


    Deseo comenzar este tema sobre la sexualidad y la castidad con una lectura resumida del Evangelio de San Lucas, 24, 13-35, sobre los discípulos de Emaús:

    "Iban dos... a... Emaús... y conversaban entre sí... Jesús se acercó y siguió con ellos... Él les dijo: "¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?" Ellos se pararon con aire entristecido... le dijeron: "Lo de Jesús de Nazaret.... cómo le condenaron a muerte y le crucificaron... Nosotros esperábamos que sería él el que iba a liberar a Israel..." El les dijo: "¿No era necesario que... Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?" Y... les explicó todo lo que había sobre él en... las Escrituras. Al acercarse al pueblo... él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole ´Quédate con nosotros´... Y entró... Cuando se puso a la mesa con ellos... tomó el pan... pronunció la bendición... Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron pero Él desapareció... Se dijeron: "¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba´...?".

    Este Evangelio es siempre conmovedor porque Jesús rescata al alma de la confusión sobre la felicidad. Los discípulos judíos cifraban su felicidad en una fácil conquista de la libertad que les negaba el imperio romano. Jesús se les une en su camino diciéndoles que no hay felicidad sin amar la cruz. Jesús les habla con la verdad, y sus corazones estando dispuestos, lo entienden y responden con ardor a esa verdad.

    La ilusión y la desilusión son emociones intensas y frecuentes en el joven; y esto en particular sucede en la búsqueda del amor. Empezar a conocer y comprender que el amor, bajo cualquier forma, es servir a los demás, no es lo que hace dolorosa esa experiencia. Tarde o temprano, se sabrá la verdad de que no hay felicidad si no se busca el amor en la cruz, en el sacrificio, y en la entrega de uno mismo.

    Lo que hace dolorosa la experiencia del amor es que el mundo moderno nos exige que la felicidad suprema sea encontrada en el afecto carnal. El mundo moderno objeta que se diga que sí es posible el amor sin una relación de afecto carnal con otro ser humano. El mundo moderno tilda entonces de "fracasados en el amor" aquellos que guardan la castidad. Pero, como en Emaús, Jesús nos dice que los que le aman y le siguen, no fracasan nunca; por el contrario, aman con el Amor de Dios, siempre ardiente.

    Cuando el amor divino desciende sobre el corazón humano, lo purifica como se purifica el oro en el fuego. O como la madera, el corazón humano, se quema, se oscurece y poco a poco, va penetrando el fuego dentro de la madera hasta que se convierte en antorcha para el fuego(1). Eso es lo que Dios quiere de nosotros, que nos convirtamos en antorcha de su amor, extendiendo su calor a cada persona con que nos encontremos.

    La castidad de la laica soltera, bien sea durante su vida o hasta el matrimonio, es precisamente amar al otro ser humano con el amor de Dios; es amar con limpieza de corazón. Con el amor de Dios, no se mira al otro ser humano para tomarle para el placer ni para convertirlo en objeto del placer; se mira al otro para dar y recibir de nuestro propio amor, de nuestra vida, de nuestra persona. Y es grande saber que la castidad no hace imposible la maternidad. Por el contrario, en la transmisión de nuestra personalidad y nuestro servicio hacia el otro ser humano, todas las mujeres se convierten en madres espirituales de muchos. La castidad tampoco significa negar la sexualidad femenina. La castidad hace uso de ella, al poner sus atributos y cualidades propias al servicio del amor auténtico y duradero.

    La castidad es ética de respeto por uno mismo y por el otro ser humano. Si bien cada uno de nosotros adoptamos y requerimos una ética de trabajo, de estudio, del deporte, de gobierno, no es menos cierto, y es aún más necesario y profundo, guardar una ética sobre la sexualidad.

    Decir que el amor es siempre libre y arriesgado es cierto. Pero decir que el amor sólo será libre y pleno en la expresión carnal desenfrenada es falso. Esto es sofocar el inmenso deseo de amar verdaderamente. Y el amor verdadero es el aliento del alma y la alegría del corazón. Sin ese amor, el alma muere y el corazón se pervierte.

    Sabemos que nuestra capacidad de adhesión a la voluntad de Dios es lo que medirá el grado de libertad que hayamos alcanzado(2). Por lo tanto, la obediencia a Dios en la castidad es lo que libera nuestro ser para amar ¡con plenitud!

    En la castidad, anclamos nuestro corazón primero al Corazón de Dios, antes que a cualquier corazón humano. De esta manera, andamos seguros de que nuestro corazón no desfallecerá nunca y amaremos mejor al otro. Pero si nuestro corazón depende de otro corazón para poder amar, siempre será un corazón errante o al menos no tendrá paz. También es inevitable comprender que el alma pertenece a Dios, y es sólo a Dios a quien desea tener el alma. Ninguna otra persona puede llenar ese lugar; y si el alma no tiene a Dios, siempre suspirará, o estará inconforme en su vida, por ese Alguien que le faltará.

    Dios habla un idioma distinto al del mundo sobre los componentes de la sexualidad humana:

    El mundo habla de entrega. Jesús añade: por la cruz.

    El mundo habla de la dicha del amor. Jesús añade: siendo perfectos en el amor.

    El mundo habla de madurez emocional. Jesús añade: siendo pequeños.

    El mundo habla de bienestar personal. Jesús añade: dándolo todo(3).

    La castidad es la aventura con Dios de amar a quienes Él nos pone delante en cada circunstancia de nuestra vida. Si nos negamos a practicar la castidad, nunca conoceremos el verdadero amor.

    Se dice que San Francisco de Asís, cuando hablaba con alguien, le prestaba tal atención a esa persona, que esa persona era la más importante para él en ese momento. A San Francisco de Asís no se le escapaba la dignidad de esa persona y se maravillaba pensando cuál sería el plan de Dios para ella. ¡Eso es amor humano auténtico!

    Si queremos guardar la castidad, en un mundo que considera locura amar con el Amor de Dios(4), es imprescindible la oración. Es decir todas las mañanas: "Mi Señor, hágase tu voluntad de amor en mí". Es caer de rodillas, extender los brazos en forma de cruz, y pedir pureza de corazón para ese día a la Madre del Amor Hermoso, a Ella, que amó mejor que cualquiera otro en la vida, diciendo: "María, Madre Admirable, Inmaculada desde la concepción, ruega por mí".

    Esta charla fue presentada en el Primer Congreso Internacional por la Vida y la Familia en Chile, organizado por Vida Humana Internacional y el Movimiento Anónimo por la Vida.


    No somos lo que queremos ser

    “Y una lucecita que apenas se ve
    cuando estoy a solas va diciéndome
    que no soy yo, que aun no soy yo”.

    Reflexionamos sobre estos versos de una famosa canción. Hay algo en nuestros corazones que nos interroga continuamente, que nos pone ante lo que hacemos, lo que nos preocupa, lo que queremos, lo que soñamos, y nos dice que todavía hay que caminar, hay que conquistar nuevas metas, hay que ir hacia montañas lejanas.

    No somos nunca en plenitud lo que quisiéramos ser. Ese es uno de nuestros grandes problemas. A la vez, ese problema es una gran esperanza: lo más triste en la vida es sentarse sobre lo alcanzado sin ninguna ilusión por superarse, porque hemos sepultado esa ilusión como si se tratase sólo de algo transitorio, de un síntoma de la adolescencia.

    Pero con más profundidad que esa inquietud interna, que esa insatisfacción por lo que puede ser lo monótono de cada día, nos toca, nos ilusiona, nos proyecta, esa mirada, esa cercanía de un Dios que desea la vida, la plenitud, la felicidad, la superación de cada uno de sus hijos.

    Hay momentos en los que esa mirada se hace más fuerte, más intensa. Un acontecimiento, la sonrisa inesperada de quien pensábamos era enemigo, la llamada por teléfono de mamá o de papá que nos vuelven a recordar que somos hijos y que podemos ser buenos, la noticia de un acontecimiento imprevisto que cambia nuestros planes y nos recuerda lo caduco que es todo aquí abajo.

    La vida da muchas vueltas, y nosotros, en ella, nos sentimos a veces arrastrados por las circunstancias. Dejamos de lado lo esencial y perdemos de vista el horizonte, la plenitud que nos espera. Mientras, a lo largo del camino, una lucecita nos sigue diciendo, con respeto, pero con insistencia, que no acabamos de ser lo que Dios desea de nosotros, que nos falta mucho para mirarnos en el Sagrario y alcanzar esa plenitud a la que nos invita Jesús de Nazaret, Hombre perfecto y Dios amigo.

    Las cadenas del miedo

    Las cadenas del miedo
    Una de las grandes tentaciones de nuestra generación es el miedo. Y una de las más extendidas. Al menos yo me encuentro cada vez con más personas que viven acobardadas, a la defensiva, no tanto por lo que les ocurre cuanto por lo que puede venir.

    Y lo peor del miedo es que es una reacción espontánea y -a poco que el hombre se descuide- casi inevitable. Sobre todo en los grandes períodos de cambios como el que vivimos.

    Quizá lo más característico de nuestra civilización sea, precisamente, el endiablado ritmo con que ocurren las cosas. Lo que ayer mismo era normal, hoy se ha convertido en desusado. Las ideas en que nos sosteníamos son socavadas desde todos los frentes. La inseguridad se nos ha vuelto ley de vida. La gente mira a derecha e izquierda inquietamente y te pregunta: Pero ¿qué es lo que nos pasa? Y no se dan cuenta de que lo que nos pasa es, precisamente, que no sabemos qué es lo que nos pasa.

    Y surge el miedo. El hombre -lo queramos o no- es un animal de costumbres. En cuanto pasan las inquietudes de la juventud, todos tendemos a instalarnos: en nuestras ideas, en nuestros modos de ser y de vivir. Cuando alguien nos lo cambia, sentimos que nos roban la tierra bajo los pies. Y, al sentirnos inseguros, brota el miedo.

    Un miedo que se percibe en todos los campos: hay creyentes angustiados que temen que les «cambien» la fe. Hay padres que tiemblan de sólo pensar en el futuro de sus hijos. En el campo político son muchos los que ya cambiaron las ilusiones de siglo XX por los miedos del XXI.

    Y hay que decir sin rodeos que no hay mejor camino para equivocarse que el que juzga y construye sobre el miedo. Porque si el pánico paraliza el cuerpo del que lo sufre, también inmoviliza y encadena su inteligencia. El miedoso se vuelve daltónico -ya no ve sino las cosas que le amenazan. Y no se puede construir nada viviendo a la defensiva.

    El miedoso es alguien que apuesta siempre por el «no» en caso de duda. Se rodea de prohibiciones y murallas y termina provocando los efectos contrarios a los que aspira. Un padre aterrado ante el futuro de sus hijos no tardará mucho en convertirlos en rebeldes. Un obispo o un cura que tiembla ante el futuro de la fe fabricará descreídos o resentidos. Un viejo que teme la muerte se olvidará de vivir. Un joven dominado por el temor se volverá viejo antes de tiempo.

    Esto, naturalmente, no significa canonizar todo cambio. Hay cambios con los que el mundo avanza (y deben ser apoyados por todos) y algunos con los que se camina hacia atrás. Y habrá que resistir frente a ellos. Pero resistir desde la seguridad de aquello en lo que se cree, no desde el pánico de lo que se teme. El miedoso no se atreve a confesárselo, pero en realidad teme porque no está seguro ni de sus creencias ni de si mismo. Entonces se defiende y patalea. Pero ya no defiende su verdad, sino su seguridad.

    No hay que tener miedo. Nunca. A nada. Salvo a nuestro propio miedo.



    La "heteroestima"

    Uno de los males de nuestro mundo, según dicen, es la falta de autoestima.

    A muchos les falta ese sentido espontáneo de amor a uno mismo, un amor necesario para conservar y desarrollar cualquier vida humana. Por experiencias del pasado, por situaciones del presente, por miedos hacia el futuro, muchos no se sienten capaces de mirar hacia adelante con optimismo, con seguridad, porque les falta un sano aprecio de sí mismos.

    Podríamos ver el problema desde otro punto vista. ¿No será que el problema más serio del mundo de hoy no es la falta de autoestima, sino la falta de “heteroestima”?

    El término no es nuevo, aunque no resulta muy conocido. ¿Qué entendemos aquí por “heteroestima”?

    Podemos darle dos significados. El primero: la heteroestima sería ese afecto que los otros nos ofrecen y que es percibido por uno. En este significado se dan dos elementos importantes: por un lado, el ser amados por otros; por otro lado, el sentir ese amor ajeno. Lo primero sin lo segundo no llega a tocar el interior del propio corazón. Lo segundo sin lo primero puede ser una simple sugestión o, en casos tristes y reales, un engaño: creemos que alguien nos quiere cuando lo único que desea es envolvernos y embaucarnos para fines a veces nada honestos.

    Habría un segundo significado para esta palabra: la heteroestima sería la capacidad de dar amor, de salir de uno mismo para entregarse a los demás, para ofrecer las propias energías, ilusiones, trabajos, sentimientos más profundos, a quienes viven a nuestro lado, o a quienes se encuentran tal vez muy lejos. Todo ello es posible desde un amor: un amor que no está encerrado en uno mismo, un amor que mira al otro, se preocupa por el otro, pone al otro en primer lugar, antepuesto a uno mismo.

    Quizá el mundo de hoy sufre no sólo por falta de autoestima, sino, en muchos casos, por falta de heteroestima. Muchos viven preocupados por su grado de placer, por su realización personal, por sus logros. Si no llega ningún reconocimiento de los demás, a veces nos rodeamos de una no fingida aureola de amor narcisístico, de un vernos a nosotros mismos como seres llenos de cualidades y de valores que los demás no han sabido descubrir. Otras veces el corazón se hunde: el no sentirse amado por nadie lleva a la soledad, a la tristeza, al abatimiento. También, a la pérdida de autoestima. Heteroestima y autoestima están profundamente relacionadas, dependen la una de la otra.

    ¿Existe alguna terapia para un mal tan extendido? La heteroestima aumenta en la medida en que dejamos de pensar en nosotros mismos y empezamos a darnos a los demás. En palabras de Jesucristo, en la medida en que amamos al amigo hasta dar la vida por él.

    El mundo será distinto cuando pongamos a trabajar ese corazón que Dios ha dado a cada uno. Un corazón fino, capaz de percibir y de sentir una emoción profunda cuando roza, cuando toca el amor que otros le ofrecen. Un corazón fuerte, generoso, “hecho” para darse, para crecer en la medida en que se centra en los demás y busca servirles, sin límites, sin egoísmos, sin miedos.

    Hoy podemos crecer en heteroestima. Quizá lo más hermoso será descubrir que toda nuestra vida está bañada, está tocada, por el amor del Otro, por el amor de Dios. Desde esa experiencia profunda, desde ese toque magnífico de una vida que se nos da por amor, empezaremos también nosotros a “descentrarnos”, a vivir para los otros, a ser hombres y mujeres plenamente realizados en nuestra humanidad, porque viviremos a fondo, sin límites, “heteroestimadamente” enamorados.

    lunes, 15 de abril de 2013

    Para el tiempo y para lo eterno


    Para el tiempo y para lo eterno



    Iniciamos un proyecto. Dudas, discusiones, trabajos. Al final, algo inicia en el mundo. Quizá es una casa, o un libro, o una empresa, o simplemente un cuadro.

    El tiempo pasa. Las casas se destruyen. Los libros quedan en el olvido de bibliotecas invadidas por el polvo. Las empresas quiebran. El cuadro ha sido quemado por los nuevos compradores del apartamento.

    Hay cosas que sirven no sólo para el tiempo, sino para lo eterno. Cuando damos de comer al hambriento, ayudamos a una persona concreta en un momento determinado. Hemos trabajado para el tiempo. Pero también para lo eterno, pues lo que nace del mundo del amor arranca en el tiempo y llega hasta el Reino de los cielos.

    La mejor manera de "invertir" la vida consiste en trabajar durante este tiempo mudable e inquieto por aquello que no acaba.

    Lo sabemos por el Evangelio: hay comidas que alimentan mientras caminamos por el desierto pero no permiten huir del drama de la muerte. Pero existe una comida, un Pan vivo, que nos lleva hacia la vida eterna. "Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo" (Jn 6,49-51).

    La ley del Evangelio nos invita a vivir como Cristo: dar la vida para tenerla de nuevo (cf. Jn 10,17-18). Sólo cuando sirvamos al necesitado, cuando abramos el corazón al pobre y enfermo, cuando ayudemos a quien nos pide un poco de ternura y de afecto, estaremos en ese camino que une el tiempo con lo eterno (cf. Mt 25,31-46).

    Cuando las cosas resultan mal...tres consejos

    Es inevitable, a veces las cosas resultan mal: pierdes el trabajo, a tu mujer o a tu marido les diagnostican cáncer, viene una crisis financiera y se te desploman tus inversiones, pierdes a tu novia cuando ya le habías dado el anillo, un hijo se vuelve drogadicto, tu socio te engaña, un huracán destruye toda tu cosecha, etc. Y hay personas a quienes se les junta todo.

    Buscamos seguridades en el dinero, los títulos, el prestigio, la belleza, la aceptación de los demás, los reconocimientos, los logros... y de pronto todo se viene abajo... Se desmoronan nuestras seguridades y corremos el riesgo de desmoronarnos.

    Y es que situaciones así hacen sufrir a cualquiera; no es para menos. Cuando entras a terreno pantanoso, estás en riesgo y te sientes inseguro. Surgen tantas preguntas: ¿Pude haberlo evitado? ¿Por qué me confié? ¿Por qué a mí? Tal vez comienzas a buscar culpables y el sufrimiento aumenta si te llenas de resentimiento y de rencor.

    Cuando el dolor llega a nuestras vidas algo tenemos que hacer para vivir con él. Y esto depende de cada uno.

    3 consejos:

    1. Adopta una actitud positiva:

    "La vida no es dejar que pase la tormenta. Es aprender a bailar en la lluvia." (Vivian Greene)
    Si no eliges las pérdidas, sí puedes elegir la actitud con que las vives. Lo que te pasa a ti no siempre depende de ti, pero sí lo que pasa en ti. Tus actitudes son tuyas. Si nos dejamos llevar por la frustración, la tristeza, la impaciencia, la desesperación, nos hundimos.

    Fui a visitar a un encarcelado. Me dijo: "Este tiempo en la cárcel ha sido una estupenda oportunidad para reflexionar en los temas verdaderamente importantes de mi vida. Además, he podido ayudar a otros presos a preparar su confesión y poner su esperanza en Dios."

    2. Intégralo en tu historia:

    Hay que integrarlo todo en la propia historia.... Quien haya visto la película "August Rush" y la interpretación final de su Rapsodia en el Central Park, sabrá a qué me refiero. Evan integra en su composición todos los momentos de su vida: los felices y los más penosos. El resultado es armónico. Es música. Es belleza.

    Cuando aprendemos a ver todos los acontecimientos con fe, amor y confianza, desde la mirada Providente de Dios, la vida es bella. De esa manera podemos mirar con paz e indulgencia aún a las personas que nos hacen sufrir: "Así como los hombres malos usan mal de las criaturas buenas, así el Creador bueno usa bien de los hombres malos." (San Agustín)

    El dolor se puede negar, se pueden buscar escapes, o puedes aceptarlo y llenarlo de sentido. Acepta tu historia, reconoce tu pena, tu debilidad o tu fracaso, no lo niegues, ni por vergüenza, ni por el sentimiento de culpa, ni por ningún otro motivo. Trata de encajar el golpe, de integrarlo en tu historia. Cada nota, aún las tristes y oscuras, son parte de tu música. Aceptarlas es aceptar tu verdad. Ten el coraje de aceptar tu pérdida y tus límites y de vivir con ellos. Que no te avergüence ser imperfecto. ¿Quién es perfecto sino sólo Dios?

    "La verdad os hará libres" (Jn 8,32)

    3. Comparte tu herida con Jesucristo. Confía en Él.

    Ponte delante de un crucifijo y míralo, abrázalo fuerte, comparte tu herida con Él.
    Comportarnos con presunción y autosuficiencia no tiene sentido. Estos momentos son privilegiados para dejar a Dios ser Dios. Hay que ir con Él y gritarle: Señor, te necesito, confío en ti. "Extiende la mano desde arriba: defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas, de la mano de los extranjeros." (Sal 143

    Al reconocer nuestra debilidad y necesidad de Dios, se abre la comunicación con Él. Me imagino el corazón misericordioso de Dios como una presa gigantesca que está esperando a que nosotros abramos la compuerta con una actitud de humildad y confianza; entonces Su amor se derrama en abundancia.

    La experiencia del amor de Dios es una invitación al abandono. Cuando palpamos Su misericordia crece la confianza, somos más fuertes. Constatamos que nuestra solidez no está en los propios recursos, sino en Su fidelidad. "Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea; mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio." (Sal 143)