viernes, 24 de enero de 2014

La carcoma de la envidia

La carcoma de la envidia
Cervantes llamó a la envidia carcoma de todas las virtudes y raíz de infinitos males. «Todos los vicios —añadía— tienen un no sé qué deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabia».

La envidia no es la admiración que sentimos hacia algunas personas, ni la codicia por los bienes ajenos, ni el desear tener las dotes o cualidades de otro. Es otra cosa.

La envidia es entristecerse por el bien ajeno. Es quizá uno de los vicios más estériles y que más cuesta comprender y, al tiempo, también probablemente de los más extendidos, aunque nadie presuma de ello (de otros vicios sí que presumen muchos).

La envidia va destruyendo —como una carcoma— al envidioso. No le deja ser feliz, no le deja disfrutar de casi nada, pensando en ese otro que quizá disfrute más. Y el pobre envidioso sufre mientras se ahoga en el entristecimiento más inútil y el más amargo: el provocado por la felicidad ajena.

El envidioso procura aquietar su dolor disminuyendo en su interior los éxitos de los demás. Cuando ve que otros son más alabados, piensa que la gloria que se tributa a los demás se la están robando a él, e intenta compensarlo despreciando sus cualidades, desprestigiando a quienes sabe que triunfan y sobresalen. A veces por eso los pesimistas son propensos a la envidia.

Wilde decía que cualquiera es capaz de compadecer los sufrimientos de un amigo, pero que hace falta un alma verdaderamente noble para alegrarse con los éxitos de un amigo. La envidia nace de un corazón torcido, y para enderezarlo se precisa de una profunda cirugía, y hecha a tiempo.

Para superar la envidia, es preciso esforzarse por captar lo que de positivo hay en quienes nos rodean: proponerse seriamente despertar la capacidad de admiración por la gente a la que conocemos.

Hay muchas cosas que admirar en las personas que nos rodean. Lo que no tiene sentido es entristecerse porque son mejores, entre otras cosas porque entonces estaríamos abocados a una tristeza permanente, pues es evidente que no podemos ser nosotros los mejores en todos los aspectos.

La envidia lleva también a pensar mal de los demás sin fundamento suficiente, y a interpretar las cosas aparentemente positivas de otras personas siempre en clave de crítica. Así, el envidioso llamará ladrón y sinvergüenza a cualquiera que triunfe en los negocios; o interesado y adulador a aquél que le está tratando con corrección; o, como muestra de envidia más refinada, al hablar de ése que es un deportista brillante, reconocido por todos, dirá: «ese imbécil, ¡qué bien juega!».

Admirarse de las dotes o cualidades de los demás es un sentimiento natural que los envidiosos ahogan en la estrechez de su corazón.
Autor: Alfonso Aguiló Pastrana | Fuente: Conoze.com

ESTRACTO DE LA HOMILÍA DEL PAPA

Francisco en Santa Marta: Los celos, la envidia y los cotilleos dividen a los cristianos

2014-01-23
   
En su homilía de casa Santa Marta, el Papa explicó las consecuencias de la envidia y de los celos. Dijo que abren la puerta a todas las cosas malas porque son "armas del demonio”. 

FRANCISCO
"La persona celosa es una persona amargada: no sabe cantar, no sabe alabar, no sabe qué es la alegría y siempre está pendiente de "qué tienen los demás que no tengo yo”. Esto conduce a la amargura, una amargura que se extiende en toda la comunidad. Son sembradores de amargura. Y la segunda consecuencia que producen los celos y la envidia son los chismes”.

Francisco añadió que cuando hay envidia y celos la relación entre los cristianos se destruye tal y como sucedió cuando Caín mató a su hermano Abel.

ESTRACTO DE LA HOMILÍA DEL PAPA:
(Fuente, Radio Vaticana)

"Así funcionan los celos en nuestros corazones, observa el Papa, es una inquietud mala, que no tolera que un hermano o una hermana tenga cualquier cosa que yo no tengo”. Saúl, "en vez de alabar a Dios, como hacían las mujeres de Israel, por esta victoria, prefiere encerrarse en sí mismo, amargarse” y "cocinar sus sentimientos en el caldo de la amargura”.

"La envidia lleva a asesinar. La envidia lleva al asesinato. Ha sido esta puerta, al puerta de la envidia, por la que el diablo ha entrado en el mundo. La Biblia dice: ‘Por la envidia del diablo entro en el mal en el mundo’. La envidia y los celos abren las puertas a todas las cosas malas. También divide la comunidad. Una comunidad cristiana, cuando sufre, algunos de sus miembros, de envidia, de celos, termina dividida: unos contra los otros. Es un veneno fuerte este. Es un veneno que encontramos en la primera página de la Biblia con Caín”.

"Hoy, en esta Misa, recemos por nuestras comunidades cristianas, para que esta semilla de la envidia no sea sembrada entre nosotros, para que la envidia no ocupe un lugar en nuestro corazón, en el corazón de nuestras comunidades y así podamos seguir adelante en la alabanza al Señor, alabando al Señor, con la alegría. Es una gracia grande, la gracia de no caer en la tristeza, en el resentimiento, en los celos y la envidia”.


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