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¿Podemos decir que María siempre fue
virgen?Todos los cristianos aceptan a María como Madre de Jesús;
pero mientras los católicos hablamos de ella como «la Virgen María», las otras
religiones cristianas y muchas sectas no quieren decir ni reconocer que María es
siempre virgen. Muchos dicen, simplemente, que María tuvo más hijos y por eso no
pudo ser «virgen». En una carta anterior ya les hablé de los «hermanos
de Jesús» y les aclaré que no hay ningún fundamento bíblico para decir que María
tenía más hijos. En esta carta les quiero hablar, a partir de la Biblia, acerca
de María siempre virgen. La concepción virginal de María.
El hecho de la virginidad de María en el nacimiento de su hijo Jesús se
afirma claramente en la Biblia: Mt. 1,18: «El nacimiento de Jesús fue
así: Estando desposada María, su madre, con José, antes que se juntasen, se
halló que había concebido del Espíritu Santo.» Lc. 1, 30-35: «El
ángel Gabriel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de
Dios... y ahora concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo... María dijo al
ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel le dijo: El
Espíritu Santo vendrá sobre ti... y el Ser Santo que nacerá de ti será llamado
Hijo de Dios.» Juan 1, 13: «El que nació no de la sangre, ni del
deseo de carne, ni del deseo de hombre, sino que nació de Dios.»
Estos tres textos bíblicos son testimonios sólidos para afirmar el hecho
de la virginidad de María en la concepción de Jesús. ¿María quiso
esta virginidad? El Evangelio dice que «María era una virgen
desposada con un hombre llamado José» (Lc. 1, 27). Este matrimonio de María
con José nos mueve, a primera vista, a decir que María no quiso esta virginidad.
Sin embargo, el evangelista Lucas nos ofrece otros datos acerca de este
compromiso matrimonial. Leamos atentamente en el Evangelio de Lucas 1, 26-38; en
este relato bíblico vemos cómo Dios respeta a los hombres. El no nos salva sin
que nosotros mismos queramos. Jesús el Salvador ha sido deseado y acogido por
una madre, una jovencita que, libre y conscientemente, acepta ser la servidora
del Señor y llega a ser Madre de Dios. Vers. 26: «Al sexto mes el
ángel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen
desposada con un varón que se llamaba José. José era de la casa de David y el
nombre de la virgen era María.» San Lucas usa dos veces la palabra
«virgen». ¿Por qué no dijo «una joven» o «una mujer»? Sencillamente porque el
escritor sagrado se refería aquí a las palabras de los profetas del Antiguo
Testamento, que afirmaban que Dios sería recibido por una «virgen de
Israel.»Is. 7, 14: «El Señor, pues, les dará esta señal: la Virgen está
embarazada y da a luz un varón a quien le pondrás el nombre de
Emmanuel.»Durante siglos, Dios había soportado que su pueblo de mil
maneras le fuera infiel y había perdonado sus pecados. Pero el Dios Salvador, al
llegar, debería ser recibido por un pueblo virgen que hubiera depuesto sus
propias ambiciones para poner su porvenir en manos de su Dios. Dios debía ser
acogido con un corazón virgen, o sea, nuevo y no desgastado por la experiencia
de otros amores.
Incluso en tiempos de Jesús, muchos al leer la profecía de Is. 7, 14 sacaban
la conclusión de que el Mesías nacería de una madre Virgen. Ahora bien, el
Evangelio nos dice: "María es la virgen que da a luz al Mesías."
Versículos 34-35: María dijo al ángel: «¿Cómo será esto, pues no conozco
varón?» Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo cual el Santo que de ti
nacerá será llamado Hijo de Dios.»
Aunque María es la esposa legítima de José, la pregunta de ella
al ángel indica el propósito de permanecer virgen.
El ángel precisa que
el niño nacerá de María sin intervención de José. El que va a nacer de María en
el tiempo es el mismo que ya existe en Dios, nacido de Dios, Hijo del Padre (Jn.
1, 1). Y la concepción de Jesús en el seno de María no es otra cosa que la
venida de Dios a nuestro mundo.
¿Qué significa «la sombra» o «la
nube» en este texto bíblico?
Los libros sagrados del Antiguo
Testamento hablan muchas veces de «la sombra» o «la nube» que
llenaba el Templo (1 Reyes 8, 10), signo de la presencia divina que cubría y
amparaba a la ciudad Santa (Sir. 24, 4).
Al usar esta figura, el
Evangelio quiere decir que María pasa a ser la morada de Dios desde la cual El
obra sus misterios. El Espíritu Santo viene, no sobre su Hijo, sino que
primeramente viene sobre María, para que conciba por obra del Espíritu
Santo.
¿Había pensado María en consagrar a Dios su virginidad
antes que viniera el ángel?
El Evangelio no da precisiones al
respecto, solamente encontramos la palabra de María: «No conozco varón» o
«no tengo relación con ningún varón.» (Lc. 1, 34)
Recordemos que
María ya está comprometida con José (Lc. 1, 27) lo que según la ley judía, les
da los mismos derechos del matrimonio, aunque no vivan todavía en la misma casa.
(Mt. 1, 20)
En estas condiciones, la pregunta de María: «¿Cómo podré
tener un hijo, pues no conozco varón?» (Lc. 1, 34) no tendría ningún
sentido, si María no estuviese decidida ya a mantenerse virgen para siempre.
María es la esposa legítima de José. Si este matrimonio quiere tener relaciones
conyugales normales, el anuncio del ángel referente a su maternidad no puede
crearle ningún problema.
Sin embargo, María manifiesta claramente su
problema: «pues no conozco varón.» Además esa pregunta de María permite
otra traducción válida en la mentalidad de los judíos: «¿Cómo será eso, pues no
quiero conocer varón?». Sin duda esta pregunta de María indica en la Virgen un
firme propósito de permanecer virgen.
Algunos tendrán dificultades para
aceptar esta decisión de María y dirán que tal decisión es sorprendente por
parte de una joven judía; porque es sabido que Israel no daba gran valor
religioso a la virginidad.
No debemos olvidar que en la Palestina de
entonces había grupos de personas que vivían en celibato (los esenios) y con su
estilo de vida esperaban la pronta venida del Mesías. Por otra parte, el
celibato o la virginidad de por vida no existía para mujeres que, según la
costumbre judía, por orden de su padre tenían que aceptar un matrimonio
impuesto.
Por eso la joven María que quería guardar virginidad,
difícilmente podía rechazar este compromiso matrimonial impuesto. Y por eso ella
había aceptado este compromiso con José, pero con la decisión de permanecer
virgen.
Como conclusión podemos decir que este texto bíblico es
favorable a la voluntad de virginidad de María.
Además está claro en la
Biblia que María tenía como hijo único a Jesús y que no tuvo más
hijos.
¿Qué sentido tiene la virginidad?
María no
expresa sus motivos, pero todo lo que Lucas deja entrever del alma de María
supone que ella tenía motivos elevados. Por medio del ángel, Dios la trata de
«muy amada», «llena de gracia», «el Señor está con ella.» Y
María quiere ser su «sierva», con la nobleza que da a esta palabra la
lengua bíblica: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí lo que has
dicho.» (Lc. 1, 38) Su virginidad parece así una consagración, un don de
amor exclusivo al Señor.
Mucha gente moderna se extraña ante tal
decisión de María: ¿Cómo pensaría María en mantenerse virgen en el matrimonio,
especialmente en el pueblo judío, que no valoraba la virginidad?
Incluso
en las iglesias no-católicas muchas personas al leer en el Evangelio la
expresión «hermanos de Jesús» concluyen sin más que María tuvo otros
hijos después de Jesús. (En otra carta les he hablado claramente de este asunto
y está muy claro en la Biblia que Jesús no tenía hermanos en el sentido estricto
de esta palabra.)
Pero lo grave es que muchas sectas están deseosas de
negar sin más la virginidad de María. ¿A qué se debe esto?
Sin duda, a
vanos prejuicios y a falta de conocimientos bíblicos. ¿O será por el prurito de
buscarle «peros» y dificultades a la religión católica?
Virgen debía ser
aquella que, desde el comienzo, fue elegida por Dios para recibir a su propio
Hijo en un acto de fe perfecta. Ella, que daría a Jesús su sangre, sus rasgos
hereditarios, su carácter y su educación primera, debía haber crecido a la
sombra del templo de Jerusalén, como dice una antigua tradición, y el
Todopoderoso, cual flor secreta que nadie hiciera suya, la guardó para sus
divinos designios.
Es por eso que María renunció a todo menos al Dios
vivo. Y así en adelante ella será el modelo de muchos que, renunciando a muchas
cosas, entrarán al Reino y obtendrán la única recompensa que es
Dios.
Decimos que María no tuvo más hijos porque fue siempre virgen. La
Escritura nos testimonia de una sola concepción virginal, el de Jesús. Por
tanto, no habiendo más concepciones milagrosas, y no habiendo dejado de ser
virgen, no tuvo más hijos.
La virginidad de Nuestra Señora está
íntimamente relacionada con su sublime prerrogativa de Madre de
Dios.
Decía San Bernardo que la maternidad de María es tan
maravillosamente singular e incomparable precisamente porque es
virginal.
Lejos de ser una prerrogativa pasajera, la virginidad de María
es permanente.
Abarca todas las etapas de su vida, y en particular los
momentos sagrados en que fue hecha Madre de Dios.
El dogma de la
virginidad perpetua de María significa:
1º que concibió al Hijo de Dios,
segunda persona de la Santísima Trinidad, virginalmente;
2º le dio a luz
virginalmente;
3º permaneció virgen a lo largo de toda su vida terrena, y
por consiguiente, ahora reina gloriosa como Virgen de las vírgenes.
La
Iglesia expresa esto con una fórmula muy hermosa según la cual dice que María
fue virgen ante partum, in partu et post partum.
Esta afirmación no es
simplemente un cumplimiento piadoso; expresa la creencia universal y unánime de
la Iglesia de Cristo; es una verdad revelada; está solemnemente definida como
dogma.
El tercer concilio de Letrán, celebrado bajo el papa San Martín I,
en el año 649, definió: “Si alguno no reconoce, siguiendo a los Santos Padres,
que la Santa Madre de Dios y siempre virgen e inmaculada María, en la plenitud
del tiempo y sin cooperación viril, concibió del Espíritu Santo al Verbo de
Dios, que antes de todos los tiempos fue engendrado por Dios Padre, y que, sin
pérdida de su integridad, le dio a luz, conservando indisoluble su virginidad
después del parto, sea anatema”.
El testimonio de esta verdad lo
encontramos en la misma Escritura.
Concretamente en el testimonio de San
Mateo y San Lucas.
1) San Mateo (1,18-25): La generación de Jesucristo
fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de
empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo...
El Angel del Señor se apareció [a José] en sueños y le dijo: «José, hijo de
David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es
del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque
él salvará a su pueblo de sus pecados.» Todo esto sucedió para que se cumpliese
el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a
luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios
con nosotros.» Despertado José del sueño, hizo como el Angel del Señor le había
mandado, y tomó consigo a su mujer. Y no la conocía hasta que ella dio a luz un
hijo, y le puso por nombre Jesús.
San Mateo se presenta: 1) como testigo
de la virginidad de María antes del nacimiento de Cristo; 2) su cita de Is 7,14,
implica, por lo menos, el parto virginal; 3) si bien no dice nada sobre la
virginidad de María posterior al parto, tampoco dice nada que lo niegue o lo
ponga en duda.
2) San Lucas (1,26-38): Al sexto mes fue enviado por Dios
el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen
desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la
virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría
aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia
delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el
Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob
por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será
esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo
vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que
ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu
pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella
que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.» Dijo María:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel
dejándola se fue.
San Lucas es testigo de:
–la virginidad de María
antes de la anunciación (a una virgen...);
–la concepción virginal (la
virtud del Altísimo te cubrirá);
–la intención de virginidad futura de
María: pues no conozco varón... La expresión no se refiere al pasado, pues
hubiera usado el aoristo (no he conocido varón); usa el presente absoluto (no
conozco; en el sentido de no tengo intención de conocer varón). Es una
referencia implícita al voto de virginidad.
Escribió Lebretón: “En este
versículo la tradición católica ha reconocido el propósito firme de María de
permanecer virgen, y esta interpretación es necesaria, porque, si hubiera tenido
intención de consumar su matrimonio con José, no hubiera nunca hecho esta
pregunta”.
Dice también Lagrange: “María quiso decir que, siendo virgen,
como el ángel ya sabía, deseaba ella permanecer siéndolo, o, como traducen los
teólogos su pregunta, que ella había hecho un voto de virginidad y pensaba
guardarlo”.
San Ireneo defiende, por eso, el valor profético de Is 7,14
referido a la virginidad de María. Su argumento es el siguiente: Isaías señala
claramente que ocurrirá “algo inesperado” con respecto a la generación de
Cristo; está aludiendo claramente a una señal. Pero “¿dónde está lo inesperado o
qué señal se os daría en el hecho de que una mujer joven concibiera un hijo por
obra de un varón? Esto es lo que ocurre normalmente a todas las madres. Lo
cierto es que, con el poder de Dios, se iba a empezar una salvación excepcional
para los hombres y, por tanto, se consumó también de una manera excepcional un
nacimiento de una virgen. La señal fue dada por Dios; el efecto no fue
humano”.
La creencia firme de Occidente en la virginidad corporal de
María se resume en la expresión “Virgen María” y se recoge en esta forma ya en
el siglo II, en la forma romana del credo, como vemos, por ejemplo, en Hipólito:
“Creo en Dios Padre todopoderoso y en Jesucristo, Hijo de Dios, que nació de
María virgen por obra del Espíritu Santo”.
Ireneo tiene una frase hermosa
para referirse al parto virginal: Purus pure puram aperiens vulvam: el Puro
[Verbo Puro] con pureza abrió el seno puro [de su madre].
Y él mismo
compara el nacimiento de Cristo de María con la formación de Adán del suelo
virgen y sin surcos.
San León dice que es la limpieza de Cristo la que
mantuvo intacta la integridad de María.
Y San Zeón lo proclama: “¡Oh
misterio maravilloso! María concibió siendo una virgen incorrupta; después de la
concepción dio a luz como virgen, y así permaneció siempre después del
parto”.
San Jerónimo resume la fe de la Iglesia escribiendo contra
Joviniano: “Cristo es virgen, y la madre del virgen es virgen también para
siempre; es virgen y madre. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró en
el interior; en el sepulcro que fue María, nuevo, tallado en la más dura roca,
donde no se había depositado a nadie ni antes ni después... Ella es la puerta
oriental de la que habla Ezequiel, siempre cerrada y llena de luz, que, cerrada,
hace salir de sí al Santo de los santos; por la cual el Sol de justicia entra y
sale. Que ellos me digan cómo entró Jesús (en el cenáculo) estando las puertas
cerradas... y yo les diré cómo María es, al mismo tiempo, virgen y madre: virgen
después del parto y madre antes del matrimonio”.
Bajo su protección
amorosa y eficaz pongamos, pues, nuestra castidad.
Consideración
final.
Para un hombre o una mujer creyente, no es cosa excepcional
renunciar definitivamente al sexo, es decir, a tener relaciones sexuales.
Hay un sinnúmero de ejemplos de jóvenes que, desde muy temprano, han
intuido que este camino evangélico es un camino más directo para acercarse mejor
a Jesús: Sor Teresa de Los Andes, el Padre Hurtado y tantos otros.
¿Acaso María era menos inteligente que ellos o menos capaz de percibir
las cosas de Dios? ¿No podía ella captar por sí misma lo que dirá Jesús respecto
a la virginidad elegida por amor al Reino? (Mt. 19,12) Y después de ser visitada
en forma única por el Espíritu Santo, que es el soplo del amor de Dios,
¿necesitaría María todavía las caricias amorosas de José?
Si la historia
de la Iglesia nos proporciona tantos ejemplos del amor celoso de Dios para
quienes fueron sus amigos y sus santos... ¿Cómo iba a ser menos para aquella
mujer, María, que fue «llena de gracia»?
¡Qué torpeza
inconsciente son las sinrazones de aquellos que se olvidan de la Tradición de
los Apóstoles, la cual proclama que María fue y permaneció siempre virgen!
Rechazar la virginidad de María... ¡qué manera de rebajar las maravillas
de Dios!
María deseaba ser totalmente de Dios y con el «sí» de la
Anunciación ella se consagró total y exclusivamente al plan de Dios: «He aquí
la sierva del Señor, hágase en mí conforme a tu palabra.» (Lc. 1, 38)
Realmente es incomprensible la fobia de algunos de nuestros hermanos
evangélicos que tratan de denigrar y rebajar la dignidad de María. Nunca
predican sobre ella, y en repetidos casos han destruido sus imágenes.
Nosotros debemos tener bien fundamentado nuestro culto y veneración por
María y tenemos que seguir proclamando sus alabanzas, tal como ella ya lo
anticipó en el canto del Magnificat.
Por otra parte, María aparece unida
a Jesús en la encarnación, en el nacimiento, vida, pasión y muerte de su Hijo
Jesús y también en la primitiva Iglesia. Ahora bien, el mismo Jesús dice: «Lo
que Dios ha unido no lo separe el hombre.»
Honremos pues a María y
redoblemos nuestros esfuerzos por quererla, por nosotros y por quienes la
desconocen.
Décima del Canto a lo Divino:
Bendita
sea tu pureza y eternamente lo sea pues todo un Dios se recrea en tan
graciosa belleza. A ti, celestial princesa Virgen sagrada María yo te
ofrezco en este día alma, vida y corazón, mírame con compasión, no me
dejes, Madre mía.
Autor: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá
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