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¿Cómo son "nuestros
amigos"? |
Por ahí suelen decir que "La
familia nos la da Dios y los amigos los elegimos nosotros" Esa elección de
personas para darles nuestro afecto y nuestra confianza son muy importantes en
nuestra vida. No es fácil tener un amigo o una amiga en quién podamos confiar
plenamente pero cuando gozamos de ese privilegio, bien podemos decir que
poseemos unos de los más grandes y preciados tesoros. Por la clase de amigos que
tenemos se nos puede clasificar sin lugar a equivocación, el refrán dice: "Dime
con quién andas y te diré quién eres"
Pero no son lo mismo "nuestros
amigos", que se suelen contar en número muy reducido, que nuestras amistades.
Estas pueden ser muchas y muy variadas. Son personas que apreciamos
sinceramente, pero a veces no van muy acorde con nuestra personalidad. Y
ciertamente esas personas nunca pueden llegar a la intimidad de nuestro "yo",
pero están en nuestro entorno y convivimos con ellas con gusto y con cariño.
Entre estas amistades se dan aquellas que siempre están dispuestas a
"ganarnos" , y es curioso porque les gusta ganarnos especialmente en cuanto
dolor o sucedido desagradable que les podamos platicar:
si es un dolor de cabeza... ¡ah no, dolor de cabeza como el de ellas no
existe! ;
si nos hemos roto un pie... ellas los dos y además la cadera
si nos caímos y rodamos dos o tres escaleras... ellas cinco
si tenemos gripa... ¡gripa la de ellas y con tos!
si el dentista nos está arreglando una muela... a ellas le han tenido que
sacar las cuatro del juicio
si en la conversación les contamos algo que nos sucedió, siempre a ellas
les pasó lo mismo ¡pero mucho peor, mucho más terrible
En fin, jamás
les "ganaremos" y al final nos callamos con la impresión de que lo nuestro era
"tan poca cosa"... que ni valía la pena de haberlo contado.
Otra
variante de estas amistades es la que nos dejan el alma helada, como si toda la
nieve del más crudo invierno nos cubriera sin piedad. Son aquellas que nos
llegan con la información más negativa y desesperanzadora jamás sospechada:
"el país va a la ruina, este año es el peor para la agricultura, el pescado,
todo el pescado está contaminado, la carne, ya no se puede comer carne ¡a las
vacas le dan clembuterol para que estén más gordas, el agua no se puede beber,
los médicos, los ingenieros, los abogados, etcétera , son unos interesados, la
Iglesia y sus ministros se hunden, el año y el fin del mundo..." Es inútil
decirle a esas personas que la vida tiene cosas muy hermosas, que el país puede
salir adelante, que hay seres humanos muy buenos, que hay que tener fe...Te
mirarán con cara de conmiseración y luego al oído te dirán como en secreto:
"no seas inocente, yo se de muy buena fuente que..." y otro jarro de agua
fría y se irán con sus agoreras predicciones a otra parte y nosotros nos
quedamos como si un huracán hubiese acabado con todas las flores de nuestro
jardín...
Hay una gama infinita de estas formas de ser. Las hay que
fabulan, mienten y se lo creen. Otras son de las que nada ni nadie es capaz de
escapar de su crítica, para estas, no hay otros tema de conversación. Padre,
madre, hermanos, la suegra, la cuñada, amigas, el vecino, (si es mujer casada,
no digamos el pobre marido) nadie se salva. Critican y critican a destajo. El
jefe, los compañeros de trabajo, la empresa, nada es de su gusto... el que cae
en sus garras sale hecho "trizas". El ingenio se les agudiza, la lengua no para
y si no encuentran eco en nosotros, pronto la conversación termina.
La
mayor de mis hijas me decía un día que hay amigas que son como el te de
manzanilla y que hay otras que son como la salsa picante. Y es cierto. Todos
conocemos a esas personas que al hablar con ellas son como brisa fresca, como un
dulce remanso, como cálido y bonito sol de una tarde de primavera que por muchas
cosas amargas o impaciencias desbordadas que les contemos, siempre ponen en
nuestra alma la tranquilidad, el buen juicio, la ternura de sus palabras o
consejos y nos van dejando la paz y el bienestar que deseábamos encontrar :
Ellas son, como el te de manzanilla.
Y hay otras que son algo así como
un gran plato de comida irritante o picosa, tomado a la hora de cenar que nos
quita el sueño, nos desazona, nos indigesta y nos quita, casi, casi, la alegría
de vivir y es que sus miles de tribulaciones, sus vidas conflictivas, sus
traumas, sus enojos, sus problemas de ellas contra el mundo, sus dificultades y
aprietos contados todos en tropel, casi sin respirar, nos dejan exhaustos e
incapaces de decir una palabra que pueda llevar un paliativo a tanta desgracia o
infortunio. Por otro lado sabemos que nada ni nadie podrá aligerar ese cúmulo de
sucesos en alguien que no está dispuesto a dejar es actitud de agobio y
desdicha.
Quizá en mi caso pueda pertenecer a uno de esos grupos o lo más
probable es que tenga de todos un poco, pero de todas maneras a las amistades
hay que quererlas como son y las necesitamos, porque ponen la sal y la pimienta
en nuestras vidas, porque son un tesoro que Dios ha puesto a nuestro lado para
que nos ayudemos a ser mejores y estar cerca de Él. Y por nuestro lado haremos
un esfuerzo para parecernos más a un te de manzanilla ... a ser benevolente
(desear el bien del otro) a ser compasivo con el sufrimiento, a regalar mi
tiempo, mi compañía, mis fuerzas....
Agradezcamos a Dios el tesoro de la
amistad, y pensemos en Jesús, el Mejor Amigo, que nos ayude a serlo y recordemos
este día lo que nos ha dicho:
"Nadie tiene mayor amor que el que da su
vida por sus amigos" (Jn 15,13).
Preguntas o comentarios al autor
Ma. Esther de Ariño
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