El amor de María, el mismo que ella tuvo por Jesús,
nos reconforta, nos levanta con su radiación y nos invita permanentemente a
mirar a Jesús, como ella lo miro en la cruz. Mirar a Jesús, amor encarnado,
Hijo del Padre que nos ama sin condición. Ella nos muestra como mirar a Jesús
crucificado, para amarlo, y también sufrir y saber perdonar, ¡Padre, perdónalos
porque no saben lo que hacen!
Recordemos como María nos enseña mirar a Jesús en
Belén, desde ese instante aprendemos a amarlo y, luego nos formamos como
discípulos de su hijo amado. María fue fiel a su Hijo y lo siguió hasta la
muerte en la cruz y con su fidelidad nos motiva para seguir a Jesús hasta la
misma cruz. María nos enseña a ser obedientes con su Hijo, "Haced lo que Él
os diga" (Jn 2:5)-. María nos muestra con su fidelidad al Padre y su
solidaridad con su Hijo, un modelo de vida. Así es, como damos al Padre,
Gracias por María, así como decimos al Hijo, gracias por darnos una madre fiel,
amorosa. Gracias porque María nos ayuda sentirnos hijos amados del Padre,
hermanos de Jesús. Gracias, porque su resplandor de buena mujer y buena madre,
brilla ante todos sus hijos, alumbrándonos el camino para llegar a Jesús.
Con gran confianza, con mucha esperanza,
acompañados por la Santísima Virgen María, salgamos a la misión universal que
nos encomendó el Señor Jesús: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena
Noticia a toda la creación” (Mc 16, 15), María Madre de Dios, nos ayudara a
misionar, en nuestras casas, en nuestro trabajo cotidiano, con nuestros amigos,
con nuestros vecinos, es decir en todo lugar.
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