¡Qué diferente serían las
relaciones entre los hombres si tuviésemos la prudencia, el equilibrio, el tino
para ver, sentir e intuir cómo está la persona con la cual voy a tener una
comunicación!.
Muchas veces no vemos más que nuestras pequeñas y miopes
percepciones personales de los acontecimientos, de las situaciones, y tal vez,
por lo general, no vemos lo que está pasando en el corazón, en los sentimientos
de la otra persona. Si, y entramos con todo, devastando, dañando, hiriendo, y
para eso somos muy agudos y sutiles, incluso expertos; pero una vez que lo
hicimos no hay vuelta de hoja, tarde para arrepentirse, y claro, luego nos
entran los remordimientos.
Nos decimos: ahora sí se va a enterar
fulanito de tal. Pisamos fuerte y no nos damos cuenta que tal vez la táctica, el
modo para solucionar, curar, pegar lo roto es la suavidad, es tener que
descalzarme un momento, para pisar con cuidado; y si entro en el interior de
alguien, lo hago a tientas.
¡Cuántos de nosotros no sabemos esperar el
momento, no pensamos que lo que voy a decir va a traer más perjuicio que
beneficio, que voy a destruir más que construir!
Dame Señor la
prudencia, el cariño, la paz interior, para que esa paz la pueda llevar en
cualquier situación y circunstancia, y que siempre sepa decir en el momento
oportuno y con las mejores palabras la verdad, para no herir ni lastimar.
Habitualmente entramos en el interior de los demás sin fijarnos en
el modo en que lo hacemos, pisando fuerte o con gran descuido; pero comprendí
que descalzo puedo sentir el terreno que piso y estar atento al interior de las
personas que se me pasan por alto cuando entro calzado.
Al descalzarme,
camino más lentamente, tratando de pisar suavemente para no dejar marcas que
lastimen.
Descalzarse es entrar sin prejuicios, es estar atento a la
necesidad del otro, sin esperar una respuesta determinada, es entrar sin
intereses y con mucho respeto. Cuanto más difícil sea el terreno interior de los
demás, más suavidad y más cuidado debo tener para entrar. Y esto lo debo conocer
antes de entrar.
Que estas sencillas reflexiones, nos ayuden a pensar en
la posibilidad de hacer de nuestra sociedad un lugar más humano, con una
convivencia con más tolerancia y paciencia, con una mayor capacidad de pensar
más en los otros que en uno mismo.
Cultivemos actitudes sencillas, como
ceder el paso, ceder la conversación, el esperar que el otro termine para yo
hacer mi intervención, esperar y retirarme si mis palabras van a herir o dañar
una relación.
¡Cuánto control de uno mismo! y al mismo tiempo ¡cuánta
capacidad de amar! pues en mi corazón siempre busco el mayor bien. Yo sé que
podemos cambiar y mejorar nuestra sociedad, nuestra familia, nuestro entorno
¿por qué esperar para mañana si puedo comenzar el cambio hoy?
Porque
creo, Señor, que estás vivo y presente en el corazón de mis hermanos, me
comprometo a detenerme, a descalzarme y entrar en cada uno como en un lugar
sagrado.
Autor: P. Dennis Doren L.C
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