Dickens fue un gran
observador de la naturaleza humana, y me atrevo a decir, que un gran amante del
hombre, por ello desvela con tanta precisión sentimientos y pensamientos
ocultos, con los que de alguna manera uno acaba encontrándose e
identificándose.
Es un hecho maravilloso y digno de reflexionar sobre él,
que cada uno de los seres humanos es un profundo secreto para los demás. A
veces, cuando entro de noche en una ciudad, no puedo menos que pensar que cada
una de aquellas casas envueltas en la sombra, guarda su propio secreto; que cada
una de las habitaciones de cada una de ellas encierra, también, su secreto; que
cada corazón que late en los centenares de millares de pechos que allí hay, es,
en ciertas cosas, un secreto para el corazón que más cerca de él
late.
Hoy podemos constatar, que en el corazón de nosotros se almacenan
muchos secretos y muchos sentimientos, tal vez hoy te toque dar una palabra de
ánimo, de consuelo y de apoyo, no pierdas la oportunidad de hacerlo, este
pequeño acto de amor y de respeto puede marcar la vida de los otros y tu propia
vida.
Un día, cuando era estudiante de secundaria, vi a un compañero de
mi clase caminando de regreso a su casa, se llamaba Kyle. Iba cargando todos sus
libros y pensé: ¿Por qué se estará llevando a su casa todos los libros el
viernes? Debe ser un "empollón". Yo ya tenía planes para todo el fin de semana,
fiestas y un partido de futbol con mis amigos el sábado por la tarde, así que me
encogí de hombros y seguí mi camino.
Mientras caminaba, vi a un montón de
chicos corriendo hacia él. Cuando lo alcanzaron le tiraron todos sus libros y le
hicieron una zancadilla que lo tiró al suelo. Vi que sus gafas volaron y cayeron
al suelo como a tres metros de él. Miró hacia arriba y pude ver una tremenda
tristeza en sus ojos. Mi corazón se estremeció, así que corrí hacia él mientras
gateaba buscando sus gafas. Vi sus lágrimas correr por el rostro, le acerqué a
sus manos sus gafas y le dije: "Esos chicos son unos tarados, no deberían hacer
esto". Me miró y me dijo: "¡Gracias!". Había una gran sonrisa en su cara; una de
esas sonrisas que mostraban verdadera gratitud.
Le ayudé con sus libros,
vivía cerca de mi casa. Le pregunté por qué no lo había visto antes y me contó
que se acababa de cambiar de una escuela privada. Yo nunca había conocido a
alguien que fuera a una escuela privada. Caminamos hasta casa. Le ayudé con sus
libros; parecía un buen chico. Le pregunté si quería jugar al futbol el sábado
conmigo y mis amigos, y aceptó.
Estuvimos juntos todo el fin de semana.
Mientras más conocía a Kyle, mejor nos caía, tanto a mí como a mis
amigos.
Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba Kyle, con aquella enorme
pila de libros de nuevo. Me paré y le dije: "Hola, vas a sacar buenos músculos
si cargas todos esos libros todos los días", se rió y me dio la mitad para que
le ayudara.
Durante los siguientes cuatro años, nos convertimos en los
mejores amigos. Cuando ya estábamos por terminar la secundaria, Kyle decidió ir
a la Universidad de Georgetown y yo a la de Duke. Sabía que siempre seríamos
amigos, que la distancia no sería un problema. Él estudiaría medicina y yo
administración, con una beca de futbol.
Llegó el gran día de la
Graduación, él preparó el discurso; yo estaba feliz de no ser el que tenía que
hablar y Kyle se veía realmente bien. Era uno de esas personas que se había
encontrado a sí mismo durante la secundaria, había mejorado en todos los
aspectos, se veía bien con sus gafas; tenía más citas con chicas que yo, y todas
lo adoraban. ¡Caramba! Algunas veces hasta me sentía celoso... hoy era uno de
esos días.
Pude ver que él estaba nervioso por el discurso, así que le
di una palmadita en la espalda y le dije: "Vas a estar genial, amigo". Me miró
con una de esas miradas (realmente de agradecimiento) y me sonrió: "Gracias", me
dijo. Limpió su garganta y comenzó su discurso:
"La graduación es un buen
momento para dar gracias a todos aquellos que nos han ayudado a través de estos
años difíciles: tus padres, tus maestros, tus hermanos, quizá algún
entrenador..., pero principalmente, a tus amigos. Yo estoy aquí para decirles
que ser amigo de alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir y, a este
propósito, les voy a contar una historia". Yo miraba a mi amigo incrédulo cuando
comenzó a contar la historia del primer día que nos conocimos.
Aquel fin
de semana él tenía planeado suicidarse. Habló de cómo limpió su armario y por
qué llevaba todos sus libros con él: para que su madre no tuviera que ir después
a recogerlos a la escuela. Me miraba fijamente y me sonreía. "Afortunadamente
fui salvado. Mi amigo me salvó de hacer algo irremediable". Yo escuchaba con
asombro cómo este apuesto y popular chico contaba a todos ese momento de
debilidad.
Sus padres también me miraban y me sonreían con esa misma
sonrisa de gratitud. En ese momento, me di cuenta de lo profundo de sus
palabras: "Nunca subestimes el poder de tus acciones: con un pequeño gesto,
puedes cambiar la vida de otra persona, para bien o para mal. Dios nos pone a
cada uno frente a la vida de otros para impactarlos de alguna
manera".
"Los amigos son ángeles que nos llevan en sus brazos cuando
nuestras alas tienen problemas para recordar cómo volar". Hay personas que se
dedican a iluminar las vidas de otros con su alegría y su cariño, y eso a veces
vale mucho.
Muchas veces omitimos hacer el bien, porque nos da pena, nos
asusta el qué dirán; y esa acción y omisión, puede determinar el futuro de una
persona, no pierdas la oportunidad...
Autor: P. Dennis Doren L.C.
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