Sentimos una llamada interior y
respetuosa: Dios nos pide un paso más en el camino del amor. ¿Cómo acoger Su
voz? ¿En qué manera responderle?
El corazón necesita abrirse por entero a
una experiencia: Dios me ama. Sólo desde la certeza del Amor divino surge la
disponibilidad. Sólo desde la escucha del Verbo mi alma comienza a vivir abierta
a lo que Dios pueda pedirme cada día.
Así estamos listos para la escucha,
para el discernimiento. El Evangelio nos da las pistas esenciales. El Espíritu
Santo hace comprensibles hechos del pasado y del presente que empiezan a tener
significado. Un confesor, un amigo bueno, me acompaña en la tarea de comprender
qué petición me llega desde el Corazón mismo de un Dios bueno.
Si hay
experiencia del Amor, si hay una disponibilidad madura y generosa, si hemos
realizado una correcta lectura de las señales divinas, estamos listos para las
decisiones.
Es cierto: sigo siendo libre. Nunca me sentiré obligado a
amar, porque el amor surge desde la libertad y nos lleva hacia la plenitud
cuando escogemos bien. Pero esa libertad sólo llegará a ser madura y sana si se
mantiene abierta y disponible, como los patriarcas, como los profetas, como la
Virgen María, como los Apóstoles y los santos de todos los tiempos.
Sí,
Señor, aquí me tienes, disponible. Acojo tu Amor en mi vida. Acepto todo aquello
que me pides para avanzar hacia la verdadera caridad. Ayúdame con tu gracia,
ilumina mi inteligencia, da fuerzas a mi corazón. Lánzame a la aventura del amor
desde esas palabras que Tú mismo dijiste al hacerte Hombre para salvarme: ¡He
aquí que vengo (...) a hacer, oh Dios, tu voluntad! (Hb 10,7).
Autor: P. Fernando Pascual LC
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