martes, 18 de marzo de 2014

Cuaresma 2014: El tiempo de la conversión personal y pastoral: “Convertíos y creed en el Evangelio”

El domingo III del Tiempo Ordinario el texto evangélico nos presentaba el inicio de la predicación del Señor: “convertíos, el reino de Dios esta cerca”.  Esta llamada a la conversión se transforma en una invitación para el tiempo de la santa Cuaresma que iniciamos.
 Este tiempo sacro comienza con una clara súplica a Dios: “Señor, fortalécenos con tu auxilio al empezar la Cuaresma, para que nos mantengamos en espíritu de conversión; que la austeridad penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal.” (miércoles ceniza, or. colecta). ¿Cuál es la razón de esta petición ferviente a Dios?: el tener conciencia clara de que la vida del discípulo tiene en Dios su fuente, y debe de tender hacía Él, como su fin. Para ello es necesario vivir la vida de discípulo en actitud de conversión.
 Conversión confiada en el amor misericordioso de nuestro Padre Dios, también en la fase previa de la santa Cuaresma se lo decimos: “Dios todopoderoso y eterno, mira compasivo nuestra debilidad y para protegernos extiende sobre nosotros tu mano poderosa.” (sábado después de ceniza, or. Colecta).
 ¿Cómo concretamos nuestra conversión este año?:
El Papa Francisco en su mensaje para la cuaresma nos ofrece pistas. Lo hace bajo el lema: “Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.” (cfr. 2 Cor 8, 9).  El santo Padre nos invita a la santa Cuaresma con estas palabras: “El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?”
Una llamada a la conversión de nuestro testimonio como discípulos. Llamada concretada, por el Papa Francisco, en el signo del amor. Vivencia personal y eclesial del amor de Dios Padre, y expresión de esa vivencia en signos concretos de amor. Tal como el Papa quiere invitarnos a entender este amor de Dios:
La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros.”
 Si a lo largo de nuestra existencia tenemos el gran don de vivir, de comprender esta vivencia del amor de Dios estaremos entrando en el Misterio, y seremos capaces de transmitir a los demás amor, pero el amor de Dios. Esto implica una actitud en nuestro corazón. Ya el año pasado el santo Padre nos decía: “hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.” (homilía de la Vigilia Pascual, 2013).
 Conversión es desterrar de nuestro corazón la cerrazón a Dios, y dejar que El sea el protagonista en nuestras vidas. La santa Cuaresma nos ofrece un camino sugerente, y con pasos muy concretos:
 1.       Aceptar que Dios tome posesión de mi ser. Humildemente nos acercarnos al sacerdote y recibimos la ceniza en nuestras cabezas. “Convertíos,  y creed en el evangelio” nos dice el sacerdote. Y cada uno, en su corazón responde: Señor, ten misericordia y haz de mi un instrumento de tu amor.
 2.       Asumir actitudes, y preparar nuestra personal cuaresma: “que la austeridad exterior que practicamos vaya siempre acompañada por la sinceridad de corazón.”  (or. Colecta viernes después de ceniza). Expresar el camino cuaresmal con signos concretos de amor.
 3.       Cristo, el Señor es tentado. Como Pueblo santo escuchamos ese texto, y como hijos suplicamos: misericordia, Señor, hemos pecado. Pero una súplica que nace de un corazón confiado en el Amor, por ello somos capaces de reconocer que solamente desde la Palabra viva de Dios podemos reconstruir nuestro ser de discípulos. En el camino cuaresmal la lectura meditativa de la Palabra de Dios es un momento esencial.
4.       El Transfigurado nos llama a cada uno, y nos llama a participar de su misión. En el segundo domingo la Iglesia pide al Padre:  alimenta nuestro espíritu con tu palabra” (or. Colecta II Domg).
5.       Llenos de esperanza, de confianza, abierto el corazón a la Palabra y siendo sinceros con Dios y con nosotros mismos ponemos la mirada en la gran Noche Pascual, y hacemos el esfuerzo de escribir nuestra personal historia de salvación. Reconocer la mano de Dios, reconocer los apoyos divinos, reconocer los apoyos humanos que Él nos ha puesto en nuestro caminar diario. Pero también, con sinceridad profunda reconocer nuestro ser pecador, como hemos impedido la acción de Dios en nuestra vidas. No olvidemos las palabras del Salmo 94: “ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón”.
6.       El perdón de Dios se expresará acercándonos al sacramento de n la Penitencia. Paso necesario para vivir en plenitud los Misterios de la fe que celebramos en los días santos. Contemplaremos al Señor a los pies de los apóstoles; en el suplicio de la Cruz redentora y en la Luz profunda del Cirio Pascual.
Y entonces, agarrados a esa Luz Pascual, seremos capaces de decir: Si, creo, Señor.  Vendrán anuestros labios las palabras del salmista:   “El Señor es mi luz y mi salvación” (salmo 26).
                En esta Noche de luz, invocando la intercesión de la Virgen María, que guardaba todos estas cosas en su corazón (cf. Lc 2,19.51), pidamos al Señor que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios, tan bellas; que nos     haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo; que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en      medio de nosotros; que nos enseñe cada día, queridos hermanos y hermanas, a no buscar entre los muertos a Aquel que vive.”
                                                                              (Papa Francisco, Vigilia Pascual 2013)
 
 

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