miércoles, 23 de abril de 2014

De qué barro estoy hecho

A todos nosotros nos toca aguantar los golpes de la vida. ¿Quién de nosotros no ha tenido que sufrir desencantos, decepciones, tristezas e infortunios?, y al mismo tiempo ¿quién de nosotros no ha experimentado el amor, la fuerza de la oración, la gracia de Dios que actúa en nuestra vida?

A lo largo de la historia ha habido un utensilio muy importante: las vasijas; sí, las vasijas de barro, aquellas que han sido moldeadas por las manos humanas y que tan necesarias se convirtieron en siglos pasados. Te comparto esta breve reflexión para que entiendas tu vida desde esta perspectiva.

Las vasijas de barro, de todas formas y tamaños, eran utensilios valiosos en los hogares de la antigüedad. Nuestros antepasados usaban grandes tinajas para almacenar agua y aceite; empleaban cántaros para acarrear agua y frascos de terracota para guardar perfumes.

Las vasijas de barro, para almacenamiento, se llenaban de granos y otros alimentos. Las amas de casa usaban cazuelas de barro para cocinar. En las comidas, usaban utensilios de barro como platos y tazones; en la noche, iluminaban las casas con lámparas de barro.

Los alfareros que fabricaban estos utensilios tan necesarios eran parte muy importante de la economía de los antiguos pueblos y ciudades.

Un alfarero, en un momento de inspiración, describió así su artesanía:

Mis dos manos dieron forma a esta vasija. Y el lugar en el que se forma en realidad es uno de tensión entre la presión aplicada en el exterior y la presión de la mano del interior; es un verdadero arte manejar ambas manos, mientras una presiona, la otra va moldeando con suavidad y cariño. Así ha sido mi vida. Tristeza, muerte e infortunio, amistad y todas las cosas que me han sucedido que ni siquiera elegí. Todas influyeron en mi vida. Son las manos que me han ido formando por fuera y hacen que hoy sean parte de lo que soy. Sin embargo, hay cosas que creo que tengo dentro de mí: mi fe en Dios y el cariño y respeto de algunos amigos que actuaron en mí. Mi vida, al igual que esta vasija, es el resultado de lo que ocurrió en el exterior y de lo que sucede en el interior de mi vida. La vida, como esta vasija, se forma en lugares de tensión.

A lo largo del día quizá nos sintamos regulados por las tensiones y demandas de los demás, abrumados por las responsabilidades y presionados por los retos que nos acosan desde el exterior. Sin fortaleza de espíritu en nuestro interior, sin esos momentos de fe, de oración, de esperanza, esas dificultades nos llevarán al derrumbe, porque la tensión externa es muy fuerte.

Recuerda: tu vida interior te da las fuerzas que necesitas para convertir tu vida en una vasija útil, grata a los ojos del alfarero y gratas a los ojos de los que la utilizan. Así es, estamos llamados a que a través de nosotros se haga el bien, se viva en la verdad y se trasmita el amor, hoy es tu oportunidad. Por eso, no nos desanimemos: pues aunque por fuera nos vamos deteriorando, por dentro nos renovamos día a día (2 Corintios 4:16)


 
  • P. Dennis Doren LC
  • martes, 22 de abril de 2014

    La victoria es el arte de seguir donde los demás paran


    La victoria es el arte de seguir donde los demás paran
    La vida es una realidad maravillosa que no deja de sorprendernos. Cuantos más datos nos proporcionan la ciencia y la experiencia humana, mejor podemos comprender que la vida del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, es un misterio que desborda el ámbito de lo puramente bioquímico; efectivamente, es algo que va mucho más allá de nuestras expectativas y progresos meramente humanos.

    En su constante progreso la ciencia afirma, cada vez con más fuerza, que desde la fecundación tenemos una nueva vida humana, original e irrepetible, con una historia y un destino únicos. ¿Ya sabes cuál es tu historia y cuál es tu destino último?,¿de dónde vienes y a dónde vas? Toda vida tiene que ser acogida, respetada y amada: es compromiso de todos acoger la vida humana como don que se debe respetar, tutelar y promover, mucho más cuando es frágil y necesita atención y cuidados, sea antes del nacimiento, sea durante la misma vida, sea al final de su camino...

    Voy a seguir creyendo, aun cuando la gente pierda la esperanza.

    Voy a seguir dando amor, aunque otros siembren odio.

    Voy a seguir construyendo, aun cuando otros destruyan.

    Voy a seguir hablando de Paz, aun en medio de una guerra.

    Voy a seguir iluminando, aun en medio de la oscuridad.

    Y seguiré sembrando, aunque otros pisen la cosecha.

    Y seguiré gritando, aun cuando otros callen.

    Y dibujaré sonrisas, en rostros con lágrimas.

    Y transmitiré alivio, cuando vea dolor.

    Y regalaré motivos de alegría, donde solo haya tristezas.

    Invitaré a caminar, al que decidió quedarse.

    Y levantaré los brazos, a los que se han rendido.


    Porque en medio de la desolación, siempre habrá un niño que nos mirará esperanzado, esperando algo de nosotros; y aun, en medio de una tormenta, por algún lado saldrá el sol; y en medio del desierto, crecerá una planta.

    Siempre habrá un pájaro que nos cante, un niño que nos sonría y una mariposa que nos brinde su belleza.

    Pero... si algún día ves que algún ser querido no sonríe, o calla, sólo acércate y dale un beso, un abrazo, o regálale una sonrisa, con eso será suficiente; seguramente la vida le habrá abofeteado y le sorprendió por un segundo.

    Solo un gesto tuyo, hará que vuelva al camino. Nunca lo olvides...


  • P. Dennis Doren LC
  • Construye tu vida sembrando amor

    Construye tu vida sembrando amor
    A lo largo de la historia hemos conocido grandes hombres, hombres que han dejado una huella imborrable, y que su presencia ha marcado la vida de muchas personas; me viene a la mente el Papa Juan Pablo II, ¡quién no recuerda sus palabras, sus gestos, sus miradas! todo nos reporta la presencia de Dios en su vida y cómo todo lo hizo con amor.

    Tenemos la figura única e irrepetible de Cristo, que como nos dice el Evangelio "pasó haciendo el bien" (Hch 10, 38), "Él es el Camino la Verdad y la Vida" (Jn 14,6), una vida dedicada a los demás, uscando el bien humano y trascendente de cada hombre, ¡cuántos hombres que conociendo el mensaje de Jesús, se han dedicado a sembrar con amor el bien!, San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola S.I., la Madre Teresa de Calcuta. Hoy nos toca a ti y a mí, por eso te dejo este mensaje, para que lo reflexiones.

    La vida es un jardín; lo que siembres en ella, eso te devolverá, así que elige semillas buenas, riégalas y con seguridad tendrás las flores más bellas.

    Cada acto, cada palabra, cada sonrisa, cada mirada, es una simiente; cada una tiene en sí el poder vital y germinativo.

    A menudo sembrarás llorando, pero ¿quién sabe si tu simiente no necesita del riego de tus lágrimas para que germine?

    Piensa que los vientos fuertes harán que tus raíces se hagan más profundas para que tu rosal resista mejor lo que habrá de venir. Y cuando tus hojas caigan, no te lamentes; serán tu propio abono, reverdecerás y tendrás flores nuevas.

    ¿Rompió el alba y ha nacido el día? ¡Salúdalo y Siembra!

    ¿Llegó la hora cuando el sol te azota?
    ¡Abre tu mano y arroja la semilla!

    ¿Ya te envuelven las sombras porque el sol se oculta?
    ¡Eleva tu plegaria y Siembra! y cuando llegue el atardecer de tu vida, enfrentarás la muerte con los brazos cargados y una sonrisa de satisfacción.

    Cada acto, cada palabra, cada sonrisa, cada mirada es una simiente. Procura siempre: "Una Siembra de Amor". Al final de la vida, cuando nos pidan cuentas, nos pedirán cuentas del amor, de lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

    Autor: P. Dennis Doren L.C.

    viernes, 11 de abril de 2014

    La difamación...como agua en el suelo

    La difamación...como agua en el suelo
    Nos está tocando vivir días inquietantes de atmósfera cargada, no solo por la contaminación, sino por tantos rumores encargados de desestabilizar al país y con él a sus habitantes.

    Nada tan nocivo como un bulo que empieza como chispa de un lugar oscuro en corazones perversos, en bocas malsanas que traman asustar, inquietar y destruir la paz y confianza de los hombres que con el esfuerzo cotidiano buscan dar empuje y un buen rumbo al país.

    Seamos sensatos y ecuánimes y no demos entrada a tantos rumores que no sirven para otra cosa que para empeorarnos y crear barullo y desconfianza convirtiendo en caos la vida que ya de por si está bastante difícil.

    Nos gusta "el chisme" y si es amarillista, mejor. Nos gusta saber, enterarnos de secretos para luego correr a contarlos, desde luego, siempre corregidos y aumentados.

    Muchas personas caen en ese dañino y cruel juego... por eso nada nos inspira tanta confianza como conocer y tratar a una persona que jamás la oímos hablar mal de nadie, que no critica o que aún más, siempre busca alguna palabra de excusa para la persona criticada o busca la forma de justificar una u otra conducta.

    Los Mandamientos de Dios, no son para someter a los seres humanos a un sinfín de negativas, sino para protegerlos y encauzarlos por el sendero por el que, por cumplirlos, encontrarán la felicidad y de quienes los rodean, contiene UNO en el que se nos pide: no mentir y no levantar falsos testimonios.

    Nos rodea el extremismo tanto en los crímenes como en la vida de las personas...

    El mal trabaja, el mal no descansa. Mientras las buenas conciencias duermen, las fuerzas del mal maquinan asaltos, robos, violaciones, rumores nefastos, asesinatos. Y sabemos que no siempre es con un arma de fuego con lo que se puede terminar una vida. Es nuestra lengua la que puede herir, matar. Con nuestra lengua se puede hacer que una persona pierda su puesto de trabajo, se puede deshacer un matrimonio, se puede sembrar el odio entre hermanos, se puede quitar la honra de una persona con la difamación, con una calumnia... que una vez dicha es como agua derramada en el suelo
    Aunque después se trate de recoger siempre quedará algo que nos haga albergar el sentimiento de la duda.

    Aunque parezca extremoso el pecado de la difamación y la calumnia es pecado grave, haciéndonos perder la gracia de Dios.

    Tengamos mucho cuidado de no propagar lo que nos cuentan, sobre todo si no nos consta para nada el hecho en cuestión y seamos cuidadosos con la honra y el buen nombre de los demás, como nos gustaría que hicieran con nosotros....
     
    Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net

    Cuando el odio quiso matar el amor

    Cuando el odio quiso matar el amor
    Escuché una vez este relato: Cuentan que en la historia del mundo hubo un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con todos los sentimientos más oscuros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano. Estos llegaron a la reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo: "Os he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien". Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el Odio que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien, sin embargo, todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos. "Quiero que matéis al Amor", dijo. Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno quería destruirlo.

    El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto; provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".

    Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el informedel Mal Carácter quedaron decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante".

    Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder dijo: "En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo
    ignorará". Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida y la adoró en sus ídolos, que son una tentación constante, y una causa frecuente del alejamiento del amor verdadero. Muchos ídolos se levantan muy bien construidos y refinados que se presentan bajo capa de “progreso” o que proporcionan más material bienestar, más placer, más comodidad...: su dios es el vientre, y su gloria la propia vergüenza, pues ponen su corazón en las cosas terrenas, como dice San Pablo en su Carta a los Filipenses, y es aplicable a la idolatría moderna, a la que se ven tentados tantos, olvidando el tesoro auténtico, la riqueza del amor. Pero, después de luchar por salir adelante, el Amor renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.

    Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor confundido lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos, y los venció.

    Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba. Cuando venían las Desgracias parecía sucumbir, pues como decía Claudio de Colombiere los golpes imprevistos no permiten muchas veces que uno aproveche de ellos, a causa del abatimiento y turbación que levantan en el alma; mas con un poquito de paciencia, se ve como Dios dispone a recibir gracias muy grandes precisamente por aquel medio. Sin tales percances tal vez no habría sido el amor del todo malo, pero tampoco del todo bueno.

    El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "No podemos hacer nada más... El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos".

    De pronto, de un rincón del salón se levantó alguien poco reconocido, que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte. "Yo mataré el Amor", dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo: "Ve y hazlo".

    Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles después que, de mucho esperar, por fin el Amor había muerto. Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló: "Ahí os entrego el Amor totalmente muerto y destrozado", y sin decir más ya se iba. "Espera", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres?".

    El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: "soy La Rutina."

    La rutina es ausencia de amor, monotonía, y "la monotonía es falta de energía" (dice la cantante Laura Pausini), significa que está ya muerto el amor. El amor es un fuego al que hay que echar cada día cosas nuevas: "Los pequeños actos de cortesía endulzan la vida, los grandes la ennoblecen" (Karina Valenzuela). En la batalla del amor frente al odio, hay que cuidar las cosas pequeñas que son –en frase de la Escritura- las que si faltan dejan paso a las pequeñas raposas que destrozan el campo de ese amor. La dejadez, el abandono de los detalles, produce el desmoronarse de todo el amor: "Será que la rutina ha sido más fuerte" (canta el grupo "Ella baila sola").

    En los pequeños detalles es donde se libra la batalla del odio contra el amor: el amor alienta, el odio abate; y tomo de Mauricio Fornos algunos de los campos en los que se libra esta batalla: el amor sonríe, el odio gruñe; el amor atrae, el odio rechaza; el amor confía, el odio sospecha; el amor enternece, el odio enardece; el amor canta, el odio espanta; el amor tranquiliza, el odio altera; el amor guarda silencio, el odio vocifera; el amor edifica, el odio destruye; el amor siembra, el odio arranca; el amor espera, el odio desespera; el amor consuela, el odio exaspera; el amor suaviza, el odio irrita; el amor aclara, el odio confunde; el amor perdona, el odio intriga; el amor vivifica, el odio mata; el amor es dulce; el odio es amargo; el amor es pacífico; el odio es explosivo; el amor es veraz, el odio es mentiroso; el amor es luminoso, el odio es tenebroso; el amor es humilde, el odio es altanero; el amor es sumiso, el odio es jactancioso; el amor es manso, el odio es belicoso; el amor es espiritual, el odio es carnal. El amor es sublime, el odio es triste.
     
     

    Autor: Llucià Pou i Sabaté | Fuente: Catholic.net



    miércoles, 9 de abril de 2014

    Papa Francisco:El cristianismo no es una doctrina filosófica y solo puede entenderse con la Cruz

    Papa Francisco: El cristianismo no es una doctrina filosófica y solo puede entenderse con la Cruz
    VATICANO, 08 Abr. 14 / 10:21 am (ACI/EWTN Noticias).- “No hay cristianismo sin la cruz y no hay cruz sin Jesucristo”, dijo el Papa Francisco en la homilía de la Misa que celebró esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta.
    El Pontífice expresó que "el cristianismo no es una doctrina filosófica, no es un programa de vida para sobrevivir, para ser educados, para hacer las paces. Esas son las consecuencias. El Cristianismo es una persona, una persona alzada en la Cruz, una persona que se aniquiló a sí misma para salvarnos; se hizo pecado y así como en el desierto fue alzado el pecado, aquí se alzó a Dios, hecho hombre y hecho pecado por nosotros”.
    “Y todos nuestros pecados estaban allí. No se entendería el cristianismo sin entender esta humillación profunda del Hijo de Dios, que se humilló y se hizo siervo hasta la muerte y muerte de cruz, para servir".
    Según señala Radio Vaticano, el Santo Padre se inspiró en el pasaje del Libro de los Números, donde Dios le dice al pueblo judío que, en el desierto, murmuraban contra Dios y contra Moisés. Entonces, el Señor ordenó a Moisés que hiciera una serpiente y la puso en un asta y quien fuera mordido por la serpiente y la mirara permanecería vivo.
    Pero ¿qué es la serpiente?, se preguntó el Papa. "La serpiente es el símbolo del pecado", como vemos en el libro del Génesis cuando "fue la serpiente que sedujo a Eva, para proponer el pecado". Y Dios envía a elevar "el pecado como una bandera de la victoria". Esto "no está claro si no entendemos lo que Jesús nos dice en el Evangelio". Jesús dijo a los judíos: "Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces conocerán quien soy". En el desierto fue elevado el pecado, "pero es un pecado que busca la salvación, porque se cura allí".
    El que es elevado, destacó, es el Hijo del hombre, el verdadero Salvador, Jesucristo. En el Evangelio de hoy, dijo Francisco, Jesús advierte a los fariseos diciéndoles: "Morirán en su pecado". "No hay ninguna posibilidad de salir por nuestra cuenta de nuestro pecado. Estos doctores de la ley, estas personas que enseñaban la ley, no tenían idea clara acerca de esto. Creían, sí, en el perdón de Dios, pero se sentían lo suficientemente fuertes, lo sabían todo. Y al final hicieron de la religión de la adoración a Dios, una cultura con valores, reflexiones, ciertos mandamientos de conducta para ser educados, y pensaban, sí, que el Señor podía perdonar, lo sabían, pero estaban demasiado lejos de todo esto".
    San Pablo "cuando habla de lo que es la gloria dice: ‘De nuestros pecados’. Nosotros no tenemos mucho más que ofrecer, esta es nuestra miseria" Sin embargo, "por la misericordia de Dios, nos regocijamos en Cristo crucificado". Y por esto "no hay cristianismo sin la cruz y no hay cruz sin Jesucristo".
    El corazón de la salvación de Dios, dijo el Papa, "es su Hijo, que tomó sobre sí todos nuestros pecados, nuestra arrogancia, nuestra seguridad, nuestra vanidad, nuestros deseos de llegar a ser como Dios". Por esto " un cristiano que no se gloría en Cristo crucificado no entiende lo que significa ser cristiano".
    Nuestras heridas, prosiguió, "las que dejó el pecado en nosotros, sólo se curan con las heridas de Dios hecho hombre, humillado, aniquilado". "Este es el misterio de la cruz". "No es un adorno, que siempre hay que poner en las iglesias, allí en el altar. No es un símbolo que nos distingue de los demás. La cruz es el misterio, el misterio del amor de Dios, que se humilla, se hace "nada", se hace pecado.
    Para concluir, el Santo Padre cuestionó: “¿dónde está tu pecado? 'Pero yo no lo sé, no tengo tantos aquí'. No, tu pecado está allí, en la cruz. Ve a buscar allí, en las heridas del Señor, y tu pecado será sanado, tus heridas sanarán, tus pecados te serán perdonados. El perdón que Dios da no es cancelar una cuenta que tenemos con El: el perdón que Dios nos da son las heridas de su Hijo en la cruz, alzado en la cruz. Que Él nos atrae hacia Él y que nos vamos a sanar".

    martes, 8 de abril de 2014

    Descálzate por un momento, verás la diferencia...

    Descálzate por un momento, verás la diferencia...
    ¡Qué diferente serían las relaciones entre los hombres si tuviésemos la prudencia, el equilibrio, el tino para ver, sentir e intuir cómo está la persona con la cual voy a tener una comunicación!.

    Muchas veces no vemos más que nuestras pequeñas y miopes percepciones personales de los acontecimientos, de las situaciones, y tal vez, por lo general, no vemos lo que está pasando en el corazón, en los sentimientos de la otra persona. Si, y entramos con todo, devastando, dañando, hiriendo, y para eso somos muy agudos y sutiles, incluso expertos; pero una vez que lo hicimos no hay vuelta de hoja, tarde para arrepentirse, y claro, luego nos entran los remordimientos.

    Nos decimos: ahora sí se va a enterar fulanito de tal. Pisamos fuerte y no nos damos cuenta que tal vez la táctica, el modo para solucionar, curar, pegar lo roto es la suavidad, es tener que descalzarme un momento, para pisar con cuidado; y si entro en el interior de alguien, lo hago a tientas.

    ¡Cuántos de nosotros no sabemos esperar el momento, no pensamos que lo que voy a decir va a traer más perjuicio que beneficio, que voy a destruir más que construir!

    Dame Señor la prudencia, el cariño, la paz interior, para que esa paz la pueda llevar en cualquier situación y circunstancia, y que siempre sepa decir en el momento oportuno y con las mejores palabras la verdad, para no herir ni lastimar.

    Habitualmente entramos en el interior de los demás sin fijarnos en el modo en que lo hacemos, pisando fuerte o con gran descuido; pero comprendí que descalzo puedo sentir el terreno que piso y estar atento al interior de las personas que se me pasan por alto cuando entro calzado.

    Al descalzarme, camino más lentamente, tratando de pisar suavemente para no dejar marcas que lastimen.

    Descalzarse es entrar sin prejuicios, es estar atento a la necesidad del otro, sin esperar una respuesta determinada, es entrar sin intereses y con mucho respeto. Cuanto más difícil sea el terreno interior de los demás, más suavidad y más cuidado debo tener para entrar. Y esto lo debo conocer antes de entrar.

    Que estas sencillas reflexiones, nos ayuden a pensar en la posibilidad de hacer de nuestra sociedad un lugar más humano, con una convivencia con más tolerancia y paciencia, con una mayor capacidad de pensar más en los otros que en uno mismo.

    Cultivemos actitudes sencillas, como ceder el paso, ceder la conversación, el esperar que el otro termine para yo hacer mi intervención, esperar y retirarme si mis palabras van a herir o dañar una relación.

    ¡Cuánto control de uno mismo! y al mismo tiempo ¡cuánta capacidad de amar! pues en mi corazón siempre busco el mayor bien. Yo sé que podemos cambiar y mejorar nuestra sociedad, nuestra familia, nuestro entorno ¿por qué esperar para mañana si puedo comenzar el cambio hoy?

    Porque creo, Señor, que estás vivo y presente en el corazón de mis hermanos, me comprometo a detenerme, a descalzarme y entrar en cada uno como en un lugar sagrado.

    Autor: P. Dennis Doren L.C

    La eternidad ilumina y da esperanza a la vida terrenal

    La eternidad ilumina y da esperanza a la vida terrenal



    Los saduceos que negaban la resurrección. (...)

    Jesús, siempre dócil y paciente, responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de aquella terrenal. La vida eterna es otra vida, en otra dimensión. Los resucitados – dice Jesús – serán como los ángeles, y vivirán en un estado diferente, que ahora no podemos experimentar y ni siquiera imaginar. Así lo explica Jesús.

    Pero luego Jesús, por así decirlo, pasa al contra ataque. Y lo hace citando la Sagrada Escritura, con una sencillez y una originalidad que nos dejan llenos de admiración ante nuestro Maestro, ¡el único Maestro! Jesús encuentra la prueba de la resurrección en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente (cfr Ex 3,1-6), allí donde Dios se revela como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El nombre de Dios está ligado a los nombres de los hombres y de las mujeres con los que Èl se liga, y este lazo es más fuerte que la muerte. Y nosotros podemos también decir de la relación de Dios con nosotros, con cada uno de nosotros:¡Èl es nuestro Dios! ¡Èl es el Dios de cada uno de cada uno de nosotros! Como si Èl llevase nuestro nombre. A Èl le gusta decirlo y ésta es la alianza.

    He aquí el por qué Jesús afirma: "Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él" (Lc 20,38). Y éste es el lazo decisivo, la alianza fundamental con Jesús: Èl mismo es la Alianza, Èl mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado ha vencido a la muerte.

    En Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos, y todos gracias a Èl tienen la esperanza de una vida más verdadera que esta. La vida que Dios nos prepara no es un simple embellecimiento de la actual: ella supera nuestra imaginación, porque Dios nos sorprende continuamente con su amor y con su misericordia.

    ¡No es esta vida la que hace referencia a la eternidad, a la otra vida, aquella que nos espera, sino es la eternidad que ilumina y da esperanza a la vida terrenal de cada uno de nosotros! Si miramos sólo con el ojo humano, estamos llevados a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. ¡Eso se ve! Pero eso es solamente si lo observamos con el ojo humano. Jesús vuelca esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: ¡la vida plena!

    Nosotros estamos en camino, en peregrinación hacia la vida plena y aquella vida plena ¡es la que nos ilumina en nuestro camino! Por lo tanto la muerte está detrás, a la espalda, no delante de nosotros. Delante de nosotros está el Dios de los vivos, el Dios de la alianza, el Dios que lleva mi nombre, nuestro nombre.

    Como Èl dijo: "Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob", también el Dios con mi nombre. Con tu nombre, con tu nombre, con tu nombre, con nuestro nombre ¡Dios de lo vivos! Está la derrota definitiva del pecado y de la muerte, el inicio de un tiempo nuevo de alegría y de luz sin fin.

    Pero ya sobre esta tierra, en la oración, en los Sacramentos, en la fraternidad, encontramos a Jesús y a su amor, y así podemos saborear algo de la vida resucitada. La experiencia que hacemos de su amor y de su fidelidad enciende como un fuego en nuestro corazón y aumenta nuestra fe en la resurrección.

    De hecho, si Dios es fiel y ama, no puede serlo por tiempo limitado: ¡la fidelidad es eterna, no puede cambiar, el amor de Dios es eterno, no puede cambiar! No es por tiempo limitado: ¡es para siempre! ¡Es para ir adelante! Èl es fiel para siempre, y espera a cada uno de nosotros, nos acompaña a cada uno de nosotros con esta fidelidad eterna.

    Autor: SS Francisco

    sábado, 5 de abril de 2014

    El poder de la sonrisa

    El poder de la sonrisa¿Será la sonrisa un símbolo de alegría?, ¿y la alegría es capaz de transformarlo todo?, ¿tú, qué dices? yo digo que sí. Es como un tesoro inacabable que mientras más da, más se llena.

    Quien muestra una sonrisa, transpira alegría, atrae y nunca deja las cosas igual. Todos queremos, es más, buscamos estar con quien nos anima y estimula, buscamos a las personas alegres y que siempre tienen en su rostro una sonrisa. Puede ser que la vida nos trate mal, pero el estar con personas alegres es siempre un descanso en la montaña de la vida. Y cuando esas personas se apartan, dejan un hueco profundo en el alma y se van de la historia dejando en herencia un mundo mejor.

    Basta una leve sonrisa en tus labios para levantar el corazón, para mantener el buen humor, para conservar la paz del alma, para ayudar a la salud, para embellecer la cara, para despertar buenos pensamientos, para inspirar generosas obras. Enséñate a sonreír, estudia la maestría de la sonrisa y demuéstrale a los sabios e intelectuales de este mundo, que aquí está el verdadero arte de vivir, el verdadero arte de ser feliz, en definitiva, la presencia de Dios en tu alma.

    Sonríete hasta que notes que tu constante seriedad y severidad se hayan desvanecido. Sonríete hasta entibiar tu propio corazón con ese rayo de sol; irradia tu sonrisa: esa sonrisa tiene muchos trabajos que hacer, ponla al servicio de Dios. ¿Porqué no convertirte en apóstol de la sonrisa ahora? la sonrisa es tu instrumento, la caña para pescar almas y hacerlas felices. Santificando la gracia que habita en tí, te dará el encanto especial que necesitas para transmitir a los otros ese bien.

    Sonríe a los tristes.
    Sonríe a los tímidos.
    Sonríe a los amigos.
    Sonríe a los jóvenes.
    Sonríe a los ancianos.
    Sonríe a tu familia.
    Sonríe en tus penas.
    Sonríe en tus pruebas.
    Sonríe en tus soledades.
    Sonríe por amor a Jesús.
    Sonríe por amor a las almas.

    Deja que todos se alegren con la simpatía y belleza de tu cara sonriente. Cuenta, si puedes, el número de sonrisas que has distribuído entre los demás cada día; su número te indicará cuántas veces has promovido contento alegría, satisfacción, ánimo o confianza en el corazón de los demás. Estas buenas disposiciones siempre son el principio de obras generosas y actos nobles. La influencia de tu sonrisa obra maravillas que tú ignoras.

    Tu sonrisa puede llevar esperanza y abrir horizontes a los agobiados, a los deprimidos, a los descorazonados, a los oprimidos y a los desesperados. Tu sonrisa puede ser el camino para llevar las almas a la Fe. Tu sonrisa puede ser el primer paso que lleve al pecador hacia Dios. También sonríele a Dios. Sonríe a Dios mientras aceptas con amor todo lo que Él te manda y merecerás la radiante sonrisa que Cristo fija en tí con especial amor por toda la eternidad.

    "Sufrir con amor es delicioso, pero sonreír en el sufrimiento es el arte supremo del amor. Sonreír en el sufrimiento, es cubrir con pétalos vistosos y perfumados las espinas de la vida, para que los demás sólo vean lo que agrada, y Dios, que ve en lo profundo, anote lo que nos va a recompensar".



     Autor: P. Dennis Doren LC

    viernes, 4 de abril de 2014

    Nunca subestimes el poder de tus palabras o acciones

    Nunca subestimes el poder de tus palabras o acciones

    Dickens fue un gran observador de la naturaleza humana, y me atrevo a decir, que un gran amante del hombre, por ello desvela con tanta precisión sentimientos y pensamientos ocultos, con los que de alguna manera uno acaba encontrándose e identificándose.

    Es un hecho maravilloso y digno de reflexionar sobre él, que cada uno de los seres humanos es un profundo secreto para los demás. A veces, cuando entro de noche en una ciudad, no puedo menos que pensar que cada una de aquellas casas envueltas en la sombra, guarda su propio secreto; que cada una de las habitaciones de cada una de ellas encierra, también, su secreto; que cada corazón que late en los centenares de millares de pechos que allí hay, es, en ciertas cosas, un secreto para el corazón que más cerca de él late.

    Hoy podemos constatar, que en el corazón de nosotros se almacenan muchos secretos y muchos sentimientos, tal vez hoy te toque dar una palabra de ánimo, de consuelo y de apoyo, no pierdas la oportunidad de hacerlo, este pequeño acto de amor y de respeto puede marcar la vida de los otros y tu propia vida.

    Un día, cuando era estudiante de secundaria, vi a un compañero de mi clase caminando de regreso a su casa, se llamaba Kyle. Iba cargando todos sus libros y pensé: ¿Por qué se estará llevando a su casa todos los libros el viernes? Debe ser un "empollón". Yo ya tenía planes para todo el fin de semana, fiestas y un partido de futbol con mis amigos el sábado por la tarde, así que me encogí de hombros y seguí mi camino.

    Mientras caminaba, vi a un montón de chicos corriendo hacia él. Cuando lo alcanzaron le tiraron todos sus libros y le hicieron una zancadilla que lo tiró al suelo. Vi que sus gafas volaron y cayeron al suelo como a tres metros de él. Miró hacia arriba y pude ver una tremenda tristeza en sus ojos. Mi corazón se estremeció, así que corrí hacia él mientras gateaba buscando sus gafas. Vi sus lágrimas correr por el rostro, le acerqué a sus manos sus gafas y le dije: "Esos chicos son unos tarados, no deberían hacer esto". Me miró y me dijo: "¡Gracias!". Había una gran sonrisa en su cara; una de esas sonrisas que mostraban verdadera gratitud.

    Le ayudé con sus libros, vivía cerca de mi casa. Le pregunté por qué no lo había visto antes y me contó que se acababa de cambiar de una escuela privada. Yo nunca había conocido a alguien que fuera a una escuela privada. Caminamos hasta casa. Le ayudé con sus libros; parecía un buen chico. Le pregunté si quería jugar al futbol el sábado conmigo y mis amigos, y aceptó.

    Estuvimos juntos todo el fin de semana. Mientras más conocía a Kyle, mejor nos caía, tanto a mí como a mis amigos.
    Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba Kyle, con aquella enorme pila de libros de nuevo. Me paré y le dije: "Hola, vas a sacar buenos músculos si cargas todos esos libros todos los días", se rió y me dio la mitad para que le ayudara.

    Durante los siguientes cuatro años, nos convertimos en los mejores amigos. Cuando ya estábamos por terminar la secundaria, Kyle decidió ir a la Universidad de Georgetown y yo a la de Duke. Sabía que siempre seríamos amigos, que la distancia no sería un problema. Él estudiaría medicina y yo administración, con una beca de futbol.

    Llegó el gran día de la Graduación, él preparó el discurso; yo estaba feliz de no ser el que tenía que hablar y Kyle se veía realmente bien. Era uno de esas personas que se había encontrado a sí mismo durante la secundaria, había mejorado en todos los aspectos, se veía bien con sus gafas; tenía más citas con chicas que yo, y todas lo adoraban. ¡Caramba! Algunas veces hasta me sentía celoso... hoy era uno de esos días.

    Pude ver que él estaba nervioso por el discurso, así que le di una palmadita en la espalda y le dije: "Vas a estar genial, amigo". Me miró con una de esas miradas (realmente de agradecimiento) y me sonrió: "Gracias", me dijo. Limpió su garganta y comenzó su discurso:

    "La graduación es un buen momento para dar gracias a todos aquellos que nos han ayudado a través de estos años difíciles: tus padres, tus maestros, tus hermanos, quizá algún entrenador..., pero principalmente, a tus amigos. Yo estoy aquí para decirles que ser amigo de alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir y, a este propósito, les voy a contar una historia". Yo miraba a mi amigo incrédulo cuando comenzó a contar la historia del primer día que nos conocimos.

    Aquel fin de semana él tenía planeado suicidarse. Habló de cómo limpió su armario y por qué llevaba todos sus libros con él: para que su madre no tuviera que ir después a recogerlos a la escuela. Me miraba fijamente y me sonreía. "Afortunadamente fui salvado. Mi amigo me salvó de hacer algo irremediable". Yo escuchaba con asombro cómo este apuesto y popular chico contaba a todos ese momento de debilidad.

    Sus padres también me miraban y me sonreían con esa misma sonrisa de gratitud. En ese momento, me di cuenta de lo profundo de sus palabras: "Nunca subestimes el poder de tus acciones: con un pequeño gesto, puedes cambiar la vida de otra persona, para bien o para mal. Dios nos pone a cada uno frente a la vida de otros para impactarlos de alguna manera".


    "Los amigos son ángeles que nos llevan en sus brazos cuando nuestras alas tienen problemas para recordar cómo volar". Hay personas que se dedican a iluminar las vidas de otros con su alegría y su cariño, y eso a veces vale mucho.

    Muchas veces omitimos hacer el bien, porque nos da pena, nos asusta el qué dirán; y esa acción y omisión, puede determinar el futuro de una persona, no pierdas la oportunidad...
     
    Autor: P. Dennis Doren L.C.

    Si la sal se vuelve sosa

    Si la sal se vuelve sosa...



    Cristo vino para ofrecer la salvación, para anunciar el Reino, para perdonar los pecados. Reunió a un grupo de discípulos. Constituyó a algunos de ellos como Apóstoles. Les envió a predicar.

    Tras su Muerte y Resurrección, la venida del Espíritu Santo llevó a su punto culminante el nacimiento de la Iglesia. Desde entonces la sal está presente y actúa en un mundo necesitado de salvación y de esperanza.

    Pero si la sal se vuelve sosa (cf. Mt 5,13)... El peligro existe. Ya en los primeros siglos hubo cristianos que quedaron atrapados por la mentalidad de este mundo y se apartaron del Evangelio. Buscaron sus propios maestros, dejaron que la presunción o las ideologías dominaran sus corazones, y surgieron herejías que dañaron a miles de corazones.

    La historia de la Iglesia católica está marcada por el gesto de tantos bautizados que un día dejaron de mirar al Maestro, se apartaron del Papa y de los obispos que enseñan la verdadera doctrina católica, y buscaron sus propios intereses, no los de Cristo (cf. Flp 2,12; 1Co 1,17).

    También hoy no resulta difícil encontrar a quienes dejan a un lado el Credo y los concilios, desde el primero (Éfeso) hasta el último (Vaticano II), y que elaboran sus propios “catecismos personales”. O quienes interpretan la Biblia según teorías incompatibles no sólo con la fe, sino con la sana filosofía. O aquellos que pactan con una modernidad enfermiza y acogen ideas propias de los hijos de las tinieblas.

    La lista de errores ha sido y es desoladora. Unos, por falta de preparación. Otros, por deseos de aparecer y de ser aplaudidos por los hombres. Otros, simplemente, para sumarse a proyectos mundanizantes que nada tienen que ver con la fe católica, porque piensan de un modo semejante al de los modernistas condenados por san Pío X. Otros, porque suponen que serán acogidos si aceptan lo que ya tantos otros han aprobado: abortos, eutanasias, matrimonios que no lo son, y una larga lista de desórdenes morales y de atentados contra la justicia.

    Mientras, millones de hombres y mujeres esperan la llegada de la sal verdadera, la que conserva, la que limpia heridas, la que perdona pecados, la que introduce en el dinamismo pascual de muerte y resurrección con Cristo.

    ¿Encontrarán en nosotros corazones creyentes y preparados, lámparas encendidas de quienes desean brillar con la luz de Cristo? La pregunta estremece, mas no debemos temer: la Iglesia ha pasado por oscuridades desoladoras en tantos momentos de su historia, pero la fidelidad de corazones abiertos a la gracia y fieles a la fe, ha permitido que la nave de la Iglesia superase tormentas y transmitiera a cada generación un mensaje que viene de Dios y que transforma el mundo con la fuerza humilde y firme de un poco de sal.
    Autor: P. Fernando Pascual LC


     

    miércoles, 2 de abril de 2014

    Dejarse ayudar ...por Dios.

    Dejarse ayudar ...por Dios.
    Se habla mucho de autosuperación, un concepto que puede ser entendido de varias maneras. No se habla casi nunca de heterosuperación, quizá porque antes hay que encontrar una buena definición para una palabra tan inusual.

    En estas líneas heterosuperación significa dejarse ayudar, abrirse a manos amigas y a consejos sabios, a la guía de quien sabe más y ve mejor. Se trata de descubrir un horizonte nuevo de rostros cercanos que animan y acompañan con respeto y con acierto.

    Es normal que deseemos ser mejores. También es normal, por desgracia, que uno no se decida a emprender el camino: por pereza, por prisas, por respeto humano, por egoísmo, por dejarse arrastrar ante las mil exigencias de lo inmediato.

    Avanzar hacia la superación personal no resulta nada fácil. Pero encuentra una ayuda y un estímulo especial cuando unos ojos y unos corazones nos miran con afecto, infunden confianza, y nos dicen: adelante, cuenta conmigo en tu lucha diaria.

    Si la ayuda viene no sólo de familiares y amigos buenos, sino del mismo Dios, la heterosuperación se convierte en un camino maravilloso hacia la meta más importante: la santidad.

    Porque la auténtica mejoría humana consiste precisamente en romper con el pecado, en dejar avaricias esclavizantes, en mirar hacia el horizonte del Evangelio y sentir una invitación hermosa y magnífica a la confianza: con Cristo a nuestro lado, todo lo podemos (cf. Jn 16,33; Flp 4,13).

    Cuando dejamos que Dios, el mejor "Otro" que entra en la historia humana, comience a ayudarnos en la propia vida, todo adquiere un matiz diferente. Nace la esperanza, se curan las heridas más profundas desde la misericordia. El Pan de vida da fuerzas para el camino y permite crecer en la virtud central del cristianismo: la caridad.

    Frente a un mundo autorreferencial y pelagiano, denunciado continuamente por el Papa Francisco, el auténtico creyente en Cristo busca dejarse ayudar, vive en una continua heterosuperación. Es decir, pone su confianza en el Maestro, y escucha en su corazón las mismas palabras que animaron a san Pablo: "Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2Co 12,9).
     
    Autor: P. Fernando Pascual LC

    Disponibilidad desde el amor y para amar

    Disponibilidad desde el amor y para amar

    Sentimos una llamada interior y respetuosa: Dios nos pide un paso más en el camino del amor. ¿Cómo acoger Su voz? ¿En qué manera responderle?

    El corazón necesita abrirse por entero a una experiencia: Dios me ama. Sólo desde la certeza del Amor divino surge la disponibilidad. Sólo desde la escucha del Verbo mi alma comienza a vivir abierta a lo que Dios pueda pedirme cada día.

    Así estamos listos para la escucha, para el discernimiento. El Evangelio nos da las pistas esenciales. El Espíritu Santo hace comprensibles hechos del pasado y del presente que empiezan a tener significado. Un confesor, un amigo bueno, me acompaña en la tarea de comprender qué petición me llega desde el Corazón mismo de un Dios bueno.

    Si hay experiencia del Amor, si hay una disponibilidad madura y generosa, si hemos realizado una correcta lectura de las señales divinas, estamos listos para las decisiones.

    Es cierto: sigo siendo libre. Nunca me sentiré obligado a amar, porque el amor surge desde la libertad y nos lleva hacia la plenitud cuando escogemos bien. Pero esa libertad sólo llegará a ser madura y sana si se mantiene abierta y disponible, como los patriarcas, como los profetas, como la Virgen María, como los Apóstoles y los santos de todos los tiempos.

    Sí, Señor, aquí me tienes, disponible. Acojo tu Amor en mi vida. Acepto todo aquello que me pides para avanzar hacia la verdadera caridad. Ayúdame con tu gracia, ilumina mi inteligencia, da fuerzas a mi corazón. Lánzame a la aventura del amor desde esas palabras que Tú mismo dijiste al hacerte Hombre para salvarme: ¡He aquí que vengo (...) a hacer, oh Dios, tu voluntad! (Hb 10,7).
     
    Autor: P. Fernando Pascual LC

    Bendito el hombre que confía en el Señor

    Bendito el hombre que confía en el Señor


    En el camino de la vida necesitamos apoyos. Apoyos en las fuerzas físicas y en la salud. Apoyos en los bienes materiales. Apoyos entre familiares y amigos. Apoyos...

    Pero la Biblia es clara: "Maldito sea aquel que confía en hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Yahveh se aparta en su corazón" (Jer 17,5). Porque el hombre en quien busco un apoyo es frágil, a veces es engañoso y cambiante.

    Por eso resulta vano esperar la salvación de los hombres, confiar en los "príncipes" que son seres de polvo (cf. Sal 146,3-4), o mirar a los montes para esperar una ayuda que nunca llega (cf. Sal 121,1). El auxilio, lo sé, me viene del Señor, "que hizo el cielo y la tierra" (Sal 121,2). Sólo Dios es mi alcázar, mi roca, mi fuerza, mi refugio (cf. Sal 71,3).

    La bendición y la paz llegan cuando empiezo a confiar plenamente en el Señor, como un niño que duerme en brazos de su madre (cf. Sal 131). Quien pone su esperanza en Dios no queda nunca defraudado (cf. Sal 22,6)

    Necesito recordarlo: "¿Quién se confió al Señor y quedó confundido? ¿Quién perseveró en su temor y quedó abandonado? ¿Quién le invocó y fue desatendido?" (Si 2,10).

    Por eso hoy te presento mi súplica, desde lo hondo de mi pequeñez, con la certeza de que vendrás en mi auxilio.

    Sí: bendito el hombre que confía en Ti, Señor. Porque Tú eres bueno, porque Tú eres fiel, porque me llevas en la palma de tu mano como un tatuaje (cf. Is 49,16).

    Hoy puedo descansar tranquilo. Aunque los hombres vuelvan a dejarme de lado, Tú estarás siempre conmigo. Esa es la fuente de mi continua alegría y de mi paz completa.
     
    Autor: P. Fernando Pascual LC

    Más allá de la tentación

    Más allá de la tentación

    Lo propio de la tentación consiste en “tentar”, atraer, sugestionar, absorber, arrastrar. Especialmente cuando la tentación consigue presentarse como algo “bueno”, como una solución para los problemas personales, o como la conquista de caminos fáciles para la felicidad.

    Pero la tentación pierde casi toda su fuerza seductora cuando dentro del alma hay una certeza profunda: Dios se interesa por mí, Dios me busca, Dios me acompaña, Dios me salva, Dios me ama.

    Entonces la vida empieza a ser vivida de otra manera. Ya no nos fijamos si algo es fácil o difícil, si estamos cansados o felices, si nos faltan muchas cosas o si vivimos holgadamente. Lo que importa, lo que lleva a una madurez profunda y serena, es poder anclar el corazón en la bondad divina.

    La vida cristiana no es simplemente una lucha para evitar caídas, para huir de las tentaciones, para mantener un poquito la gracia que recibimos en el bautismo y en los demás sacramentos. No es una vida de trincheras, a la defensiva. Más bien, es una vida de conquista, de lanzamiento, de santo valor para emprender mil obras buenas, para ayudar a un familiar enfermo, para escuchar al abuelo que desea tener alguien a su lado, para sonreír a un niño que necesita cariño en casa y en la escuela.

    Cuando nos ponemos en marcha, cuando dejamos que el amor guíe nuestros pasos, la tentación poco a poco se desinfla, como un globo voluminoso pero hueco e indefenso.

    Tenemos que descubrir la fuerza de nuestra fe cristiana. El pecado no es nunca capaz de llenar el corazón hecho para lo eterno. Sólo el amor, y un amor pleno, auténtico, es capaz de dar sentido a nuestros pasos, de sacarnos de las tinieblas y de introducirnos en el mundo de la vida.

    La tentación, incluso alguna breve caída, quedarán atrás. Sabremos pedir perdón desde las lágrimas, en una confesión bien hecha. Sabremos, sobre todo, descubrir que a quien mucho se le perdona mucho ama (cf. Lc 7,36-50).

    Entonces, y sólo entonces, la vida cambia. Vale la pena descubrir la belleza de nuestra vocación cristiana, para empezar a ser, de verdad, hijos en el Hijo, ovejas rescatadas que se dejan llevar, mansamente, sobre los hombros del Pastor bueno...
     
    Autor: P. Fernando Pascual LC

    Alguien nos ama, a pesar de todo


     
    Alguien nos ama, a pesar de todo


    Es hermoso poder amar y ser amados. Hay personas que nos dan su afecto porque aprecian nuestras cualidades, nuestra alegría, nuestra eficacia. O quizá nos aman porque resultamos simpáticos, tenemos un corazón bueno, sabemos animar a quien está a nuestro lado.

    Cuando descubrimos que otros nos quieren, intentamos conservar en ellos la buena imagen que tienen de nosotros. Queremos que piensen que somos honestos, generosos, que tenemos cualidades. Nos dolería mucho que descubriesen nuestros defectos, que saliesen a la luz debilidades, faltas, traiciones más o menos serias a la amistad. Nos da miedo perder a quien es amigo de verdad.

    Pero no siempre es posible aparecer como hombres buenos. Tarde o temprano un enfado, un momento de pereza, una cobardía, una condescendencia a un placer ilícito salen a la luz. El amigo, el compañero, tal vez el familiar que tanto confiaba en nosotros, descubre ese lado oscuro que hasta ahora habíamos ocultado con tanto esfuerzo. Entonces tenemos miedo: ya no se nos ve como hombres buenos. Quizá perdamos pronto a un amigo.

    El pasado no puede ser borrado. Una vez que la falta ha sido cometida queda allí, escrita, como historia imborrable. A veces corre de voz en voz. Otras veces (muchas, por desgracia) los hechos son aumentados, son agigantados, y la calumnia y la murmuración hacen el resto. Una tarde de paseo con un amigo o una amiga de la infancia se convierte poco a poco en una traición constante al esposo o a la esposa a quien siempre fuimos fieles. Cuando ella o él llega a saberlo, su mirada, triste, dolorida, nos clava una espina profunda, nos llena de dolor, quizá incluso de amargura y desconsuelo.

    La historia de nuestras relaciones con Dios es distinta. Sabemos que nos conoce y que nos ama siempre, que nos ofrece su cariño a pesar de todo. No podemos ocultar ante Su corazón lo que hicimos: un pecado, un coqueteo con la tentación, una cobardía cuando estábamos llamados a vivir honestamente nuestros compromisos de familia y de trabajo. No hay caretas con las que podamos engañarle y hacerle creer que somos buenos.

    Esta es la gran paradoja del cristianismo, su gran misterio. Si el amigo traicionado puede cerrarnos la puerta, puede dejarnos abandonados, puede no contestar el teléfono cuando descubre que llamamos, Dios nos quiere, a pesar de todo. Su amor es demasiado grande, quizá incluso nos puede parecer injusto. Conoce cada minuto que cedemos al egoísmo, cada escapada de nuestra imaginación enloquecida, cada rencor acumulado en lo más profundo de nuestro corazón. Eso no le asusta: deja las puertas abiertas para que regresemos, para que podamos volver a sus brazos, para que demos un paso hacia atrás y abandonemos ese pecado, ese gesto de soberbia, y nos arrodillemos, humildemente, sencillamente, para pedir, una vez más, perdón.

    Quizá no comprenderemos nunca por qué Dios nos quiere tanto. Nosotros quisiéramos que terminase con los criminales, que llenase el infierno con quienes abusan de los niños, que lanzase un rayo para impedir que los ladrones roben a gente anciana o para que los "listos" no triunfen en los negocios a base de trampas y de fraudes. Su silencio nos deja sorprendidos. Tal vez comprenderemos que es el mismo silencio con el que nos mira a nosotros, a nosotros que condenamos fácilmente cuando muchas veces hemos hecho cosas malas, tal vez peores que las que acusamos en los demás.

    Así es Dios, un misterioso enamorado del hombre. De cada hombre: de mí, con mi historia, mis defectos, mis pecados. De aquellos que me han hecho daño, que me han traicionado, que no eran tan amigos como me imaginaba. Cuando penetremos un poco ese misterio seremos capaces de ser buenos con los malos, como nos enseñó Jesucristo. Podremos rezar el Padrenuestro con esa frase que nos cuesta, pero que nos llena de esperanza: "Perdónanos... como también nosotros perdonamos...".

    No somos perfectos. Los otros, los más íntimos, tampoco. Sólo cuando aceptemos nuestra realidad podremos acercarnos, como los publicanos y las prostitutas, a Cristo. Nos dirá que no nos condena. Nos pedirá que no pequemos más. Nos amará. No porque lo merezcamos, sino porque nos quiere de un modo misterioso y grande. Entonces sí podremos perdonar, y pedir también a quien fallamos su perdón, su afecto.

    Ante los ojos de Dios, cada conversión hace el cielo será más hermoso y la vida más bella. Habrá fiesta entre los ángeles, bailes y cantos de alegría. Alguien que conoce nuestro barro no deja de querernos y de amarnos, a pesar de todo...
     
    Autor: P. Fernando Pascual