En un pequeño pueblo vivía un anciano
con su hijo de 17 años. Un día
En un pequeño pueblo vivía un anciano con su hijo
de 17 años. Un día, el único caballo blanco con que trabajaba saltó la reja y
se fue con varios caballos salvajes. La gente del pueblo murmuraba: ¡Qué
desgracia la suya, Don Cipriano!, y él, tranquilo, contestaba: "Quizás una
desgracia o quizás una bendición".
Días después, el caballo blanco volvió junto a un
hermoso caballo salvaje, y la gente saludaba al anciano diciéndole: ¡Qué
bendición!, a lo que Don Cipriano replicaba: "Quizás una desgracia o
quizás una bendición".
A los pocos días, el hijo adolescente, mientras
montaba el caballo salvaje para domarlo, fue derribado y se fracturó una
pierna, a raíz de lo cual empezó a cojear, y la gente le decía al anciano; ¡Qué
desgracia la suya, buen hombre!, a lo que él replicaba: "Quizás una
desgracia o quizás una bendición".
Días después se inició una guerra y todos los
jóvenes del pueblo fueron llevados al frente de batalla, pero a su hijo no lo
llevaron por su cojera, y toda la gente del pueblo saludaba al anciano y le
comentaba: ¡Qué bendición la suya, Don Cipriano!. Y él, con su fe
inquebrantable, contestó una vez más diciendo: "Sólo Dios lo sabe, quizás
sea una bendición o quizás una desgracia".
Efectivamente, sólo Dios sabe, y Él nunca se
equivoca.
BENDICIÓN?
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