En efecto, por doquier se veían almas que no resplandecían tanto. Sin embargo se veían felices de estar ahí.
Pues mira, esos no han pasado por la puerta. Yo no los hubiera dejado entrar... puntualizó Pedro. Pues entonces aquí está pasando algo raro, y más nos vale que investiguemos -dijo con determinación Tomás, el cual necesitaba ver el origen de la situación. Decidieron recorrer las vallas del Paraíso, y para su sorpresa encontraron un gran agujero en una de las vallas, la que quedaba más cerca de la Tierra.
¡ Caramba ! Es 
por aquí por donde se están colando -dijo con aire triunfal Tomás-. El que hizo 
esto, lo va a pagar caro con nuestro Dios, que aunque bueno, es muy justo... 
sentenció Pedro. Se acercaron ambos al agujero, y con sorpresa descubrieron que 
había atado de ahí un inmenso rosario que llegaba hasta la Tierra, y muchas 
almas por ahí venían subiendo. 
Ambos apóstoles 
se giraron con cara de sorpresa y consternación... Tras un silencio, Pedro dijo: 
Ay, María no ha cambiado nada. Desde que la conocí en Caná supe que era de esas 
personas que no dejan de ayudar... (Jn 2, 1-11) Tomás resignado dijo: Si ni su 
Hijo se le escapa. ¿Te acuerdas de que no quería hacer el milagro de las bodas 
de Caná y con una sola mirada de Ella accedió? Pedro concluyó diciendo: Mira, 
Tomás, tú y yo no hemos visto nada... .
¿Vosotros 
también?, resonó una voz que los sobresaltó... Con cara de asustados se 
volvieron hacia el Señor y percibieron una grata sonrisa. Él les dijo: "No os 
preocupéis... Son cosas de Mamá".
Este es un 
simple cuentecillo, pero que sin duda refleja una gran verdad. Una vida 
Espiritual sólida se debe basar en el rezo diario del Rosario. Es habitual 
escuchar frases como "Tengo mucho que hacer, no tengo tiempo para el Rosario, 
etc." Nuestro principal deber es alcanzar la vida eterna... ¿De qué nos serviría 
ganar el mundo entero si perdemos nuestra alma?
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