La vida interior es un aspecto fundamental y esencial de la vida cristiana y
apostólica.
Robustecer el alma, nutriéndola cada día con alimento sano,
con la clara conciencia de nuestra vocación cristiana y de nuestra misión.
La frivolidad ha sido siempre la corruptora de las almas.
La
fuente de la verdadera felicidad se encuentra en el interior de cada ser humano,
donde Dios se hace paz, alegría, gozo, serenidad para quienes viven en amistad
con El, y no en las cosas exteriores.
Debemos tener mucha vida interior,
mucha vida de unión con Dios, mucha capacidad de interiorización personal, mucho
crecimiento en profundidad, porque ahí es donde realmente se es feliz.
Razones para la vida interior
En el trato con las personas, en la actividad apostólica se corre el riesgo
de olvidar que sólo Cristo da a las personas el crecimiento interior y que
nosotros somos simples jardineros de las almas.
Debemos colaborar a vencer el pecado en las almas y encaminarlas hacia el
Reino de Cristo.
Vivimos en un mundo donde los valores materiales van imponiéndose a los
espirituales.
Qué no es la vida interior
La pretensión fatua de quererse pasar la vida entera en la Iglesia o
pensando en Dios.
Encerrarnos en nosotros mismos sin admitir una relación con los demás y
hacia sus necesidades.
Una vida artificial de contemplación de las cosas espirituales
Qué es la vida interior
Es muy natural y sencilla, porque es simplemente la unión real, natural,
personal y constante con Dios, fundada en la vida de gracia.
Es la identificación del corazón y voluntad con la voluntad santísima de
Dios, "hasta tener los mismos sentimientos de Cristo".
Es la actitud de amor filial y confiado que obliga a mantener con Dios una
postura de un hijo amante de su Padre.
Consecuencias de la vida
interior
La vida interior permite al ser humano, como fruto de su
unión con Dios y de su identificación con su voluntad, vivir en permanente
contacto con El a través de todas las cosas y de todos los acontecimientos de la
vida.
Medios para formar el hábito de la vida interior
Amar la vida de oración. Que nuestra oración esté amasada de fe, humildad,
agradecimiento, adoración, confianza, silencio y perseverancia.
Vida sacramental, especialmente la Eucaristía.
Vida de Sagrario.
Docilidad y apertura a las inspiraciones del Espíritu Santo.
Vida teologal.
Espíritu de silencio y reflexión.
Lectura espiritual.
La guarda de los sentidos internos y externos.
Contemplar la magnífica figura e imitar el ejemplo de nuestra Madre, la
Santísima
Virgen.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario