¡Y al tercer día resucitó!
La imagen de Cristo venciendo a la
muerte es la imagen del poder de Dios. Pero no debemos olvidar que Jesús
resucitó a varias personas como señalan los Evangelios, entre ellas a Lázaro,
que es el más conocido de ellas.
Cristo es Dios hecho carne humana, y
por ello su poder es el poder de la Creación, de la vida y de la muerte. Dios
tiene poder para quitar la vida, pero no lo hace, sino que la da y aún cuando
ésta ha sido quitada la devuelve en un supremo gesto de amor fraterno.
Los cristianos creemos en la
resurrección de los muertos y en la vida eterna porque Jesús así nos lo reveló.
Pero por si aún hubiera dudas ¡él mismo resucitó! Fue crucificado y murió como
hombre que era. Y fue enterrado. Y como Dios que es, resucitó. Y tras resucitar
volvió a nosotros, volvió a los apóstoles para darles testimonio vivo de su
divinidad y del poder del Señor. ¿Qué otro testimonio puede haber más
concluyente?
Los cristianos celebramos la
resurrección de Cristo como el triunfo pleno de Dios ante todos nuestros
temores, el mayor de los cuales es siempre la muerte. Nosotros somos testigos
vivos de la promesa que Cristo nos hizo al darnos la vida eterna y por ello
sabemos que la muerte no es más que el frío vestíbulo ante el que se abren las
cálidas puertas del Reino.
Todos hemos perdido a un ser querido
y sabemos lo doloroso que es, pero nos consolamos pensando, CREYENDO firmemente
que la muerte nunca nos separa de él porque vive en Cristo. Así nos fue
prometido y así lo creemos. La Resurrección de Cristo es la constatación física
de su promesa: Cristo vence a la muerte y nos ofrece la posibilidad de
acompañarle en su victoria eternamente.
Quien Cree no muere.
Nunca.
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