¿Sabes, María...? El lunes empezamos la Semana Santa, mañana es domingo de
Ramos.. Por misericordia de Dios, este año he tomado mayor conciencia de del
sentido de estos días en mi propia vida, por un exquisito detalle de amor de mi
Señor he aprendido a ver, en mi propio dolor, no una ausencia de Dios, sino una
presencia real de su amor, dándome, en cada momento difícil, la oportunidad de
transitar con Él mi propio camino de Salvación….por eso quiero acercarme hoy a
ti, maestra del alma, para que, como mi madre que eres, me tomes de la mano y me
muestres el camino hacia tu Hijo.
- El camino hacia mi Hijo, el único
camino que vale la pena transitar… Mi alma quisiera que todos anhelaran ese
camino… pero. No importa, no hablaremos de eso ahora, ven vamos a Jerusalén, que
la gente ya se está acercando a Jesús y nos costará trabajo abrirnos paso entre
la multitud…
Y te sigo... ¿Qué otra cosa puedo hacer? Si seguirte
termina siendo siempre luz para el corazón, paz para el alma.
Tal como
lo dijiste, la gran multitud que había venido para la fiesta de la Pascua se
enteró de que Jesús se dirigía a Jerusalén…llegamos justo cuando Jesús estaba
montando un asno para entrar a la ciudad, la gente se apretujaba por
acercársele, muchos habían visto la resurrección de Lázaro y daban testimonio…
nos acercamos, vimos a las mujeres de Galilea, silenciosas, que le seguían a Él
por donde fuera, tú, Madre querida, te acercaste para verlo sin que Él lo
notara, tenias ganas de abrazarle, de cuidarle, de atenderle como cuando era
pequeño. Le nombraste Jesús, amor de mi alma Fue apenas un susurro en el
griterío de la gente, apenas si yo, que estaba pegadita a vos, lo oí con
dificultad. Pero el alma de tu Hijo te oyó, giró la cabeza y sus ojos purísimos
y mansos se encontraron con los tuyos, fue una mirada larga, llena de palabras
que iban de corazón a corazón. Por un instante sé que estuvieron en ese lugar
sólo ustedes dos, miles de ángeles inclinaron la cabeza con respeto, fue una
mirada de amor profundo, de entrega sin límites a la Voluntad del Padre, una
mirada de despedida.
Luego Él se volvió a las gentes, el tosco animal
inició su marcha triunfal, mientras el pueblo extendía sus mantos como
improvisada alfombra real… las ramas de olivos, arrancadas por cientos de manos,
fueron verdes pañuelos que saludaban al Mesías, claro, que en ese momento nadie
pensaba que los verdes pañuelos hoy serían ramas marchitas en pocos días, que se
quemarían con el fuego de la indiferencia o el abandono. Al llegar a la
pendiente del monte de los Olivos, comenzamos a escuchar de mil gargantas..."
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el Cielo y Gloria en las
Alturas!"
Tú y yo, María, caminábamos entre las gentes, nadie te
reconocía, nadie veía en ti a la mujer por cuyo sí hoy tenían ellos a quien
aclamar.
- Mucha gente - dijiste con tristeza- mucha gente
hoy, como en la multiplicación de los panes o en el sermón de la barca, todos le
dejarán solo en pocos días…
- Señora - y sentí vergüenza por mi, ya
que muchas veces yo le había saludado desde mi Monte de los Olivos y le había
dejado solo después- cuanto nos ama tu Hijo, cuanto.
- Mi corazón
puede sentir la angustia del suyo, hija mía, al mirarle, hace un momento, note
una mirada triste, aunque no arrepentida de su decisión, angustiada, mas no por
Él sino por toda esta gente, solitaria, porque su alma sabía que este bullicio
es pasajero, decidida, porque mi Hijo vino para hacer la Voluntad del Padre,
valiente, porque sabia que aún faltaba la lucha final y estaba determinado a
vencer pues su victoria es nuestra única esperanza. Una mirada en paz, con la
tranquilidad profunda de la verdadera libertad que es hacer lo que debe hacerse,
aquello para lo que cada ser fue concebido desde el principio de los
tiempos.
- Señora ¿Iras a la casa donde se hospedará Él?, es que así
le tendrás mas cerca.
- No, yo estaré cerca, Él sabe que estoy, mas
debo dejarle en libertad, Él debe cumplir su misión hasta el final… y ambas
sabemos la clase de final.
- ¿Qué siente tu corazón ahora, Madre
querida? Perdona la torpeza de la pregunta, pero... Es admirable como estas de
pié, en silencio, sin gritos, aun en medio del dolor te mantienes serena. ¿De
donde sacas fuerza, Señora?
- Pues del mismo por quien sufro, amiga
mía. Verás, cuando el ángel me anunció que sería la madre del Mesías, yo sentí
que aceptar era como dar un gran salto al vacío, pero sabía que mas vacía
quedaría si me negaba. Desde ese momento hasta hoy he pasado por muchísimas
circunstancias que me han ido enseñando quien es en realidad este Hijo mío, que
es mío pero no me pertenece, aprendí que ser su mamá era sólo ser un puente, que
mi "sí" unía su decisión de salvar la humanidad con la humanidad misma, pero
nada más, no me asistía el derecho de anteponer mis sentimientos a su misión
salvadora, debía aprender el valor de la renuncia, debía aprender que, la única
manera de estar junto a Él era estar desde lejos.
- Señora ¿Qué debe
aprender mi alma de este día?
- Debe aprender que es fácil
reconocerle y amarle cuando todo marcha bien, que no es gran merito aclamar su
nombre cuando todos lo hacen y "queda bien" debes recordar que, después de cada
Domingo de Ramos viene el Jueves Santo, y el gallo también cantará tres veces
para ti.
- ¿Qué hacer, entonces?
- Seguirlo siempre, aun
en medio de tu propio dolor, ver que te espera detrás del sufrimiento, que no te
deja sola, que está contigo, sobre todo cuando tu crees que está lejos. Recuerda
siempre que Él te amó tanto que padeció todo esto por ti, para que tuvieses vida
eterna.
Seguimos a Jesús hasta que llegó a la ciudad, luego Él fue
al Templo, Maria quedó contemplándole desde lejos. Antes de entrar al recinto
Jesús la miró desde lo profundo del alma, su mirada era... indescriptible, una
extraña mezcla de amor, tristeza, paciencia y soledad. En pocos días todo habría
terminado y, al mismo tiempo, todo habría comenzado...
- Hija
querida- dijiste mientras me abrazabas con ternura- espero que tu corazón
haya aprendido, haya crecido, haya conocido de cuanto es capaz el amor de
Dios... aunque, hija mía... la verdadera dimensión de ese amor no puede ser
comprendida en este mundo...
- Gracias, Señora mía, por este tiempo
que nos dedicas a tus hijos.... gracias....
Y te fuiste... te fuiste y te
quedaste al mismo tiempo.... como dice la Escritura, nadie puede separarnos del
amor de Cristo... y, por consiguiente, Señora mía, tampoco nadie puede
separarnos de tu amor....
Amigo, amiga que lees estas líneas... ten un
Domingo de Ramos acompañado de María
NOTA:
Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en
mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero
no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones
o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o
expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora,
sin intervención sobrenatural alguna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario